4 mar 2010

Técnicas de rascado y acomodamiento. Ah, y Silvia

Cuando llego a la oficina, me espera en la puerta el jefe de personal, con cara de bulldog.

-Casi dos horas tarde, Domínguez -me dice.
-Deje que le explique, Sr. Arizmendi.
-No me explique nada Domínguez. Vaya a trabajar de una vez. Y despídase del presentismo.
-Pero...
-Pero nada. Y buenos días.

Tipo jodido si los hay. Ya nadie lo banca. Él dice que habla en honor de la equidad y la justicia. Justicia estaaa. Todos los meses me saca el presentismo y me hace percha la posibilidad de llegar tranquilo a fin de mes..
Más allá de bancar a este tipo, por suerte el laburo es tranquilo. Hago diseño desde los 17 años. Hacer diseño en trabajar durante unas dos o tres horitas, y luego rascarse durante cinco horas. No es fácil... el tema de rascarse, digo. Hay que saber dónde. Hay que saber cuándo. Porque a uno lo pueden estar vigilando, y no es conveniente eso. Más cuando te mira una mujer. Queda feíto. Especialmente Silvia. ¡Qué buena está Silvia! Decí que estoy casado, si no le hubiera dicho algo. Aunque tiene 8 años menos que yo. ¿O serán 10? Qué buena está la pendeja. Cómo le daría.
Pero no puedo meterle los cuernos a Ana. ¿O sí? La muy conchuda me engañó. Sí puedo. ¿Y si se arrepiente después? No, que se va a arrepentir. ¿O sí?

Pero volviendo a lo de rascarse, hay varias técnicas. Siempre depende de si lo que uno busca es rascarse o acomodárselas. ¿Es la pelota derecha o la izquierda? ¿Ambas? Más que nada, porque no es lo mismo utilizar la mano diestra que la otra.
La mejor hora es la del almuerzo. Silvia no está. Y tampoco Esteban. Yo salgo después, entonces no hay que disimular en la soledad de la oficina. Incluso tengo un lápiz con el largo exacto. Abro el cierre y froto con la parte de la goma. Llega justito. Si está irritado, conviene utilizar la birome con la tapa. Una BIC. Las otras no me gustan. Lo peligroso es cuando se engancha algún pelito en la tapa, y duele como la puta madre.
Si la cosa está muy demandante, lo mejor es la mano en posición de garra y le entro a dar con furia. Todo esto obviamente en plena soledad.
La cosa se complica cuando llega Silvia y Esteban. El escritorio tapa mucho de los movimientos pero lo más difícil es disimular la cara de placer mientras uno se frota. Hay que poner cara de nada, o de pensativo, como si estuviera planificando el diseño en la pantalla.
Ahora bien, el proceso de acomodamiento es otra cosa, una ciencia compleja. En una reunión, por ejemplo. El calzoncillo aprisiona el huevo derecho. Uno puede empezar a moverse (Técnica del desplazamiento de bolsas por la acción ondulante del cuerpo) de un lado para el otro, como si una mosca hubiera entrado por la camisa. Levantando la pierna derecha (en el caso en cuestión) con la suficiente práctica, sin uso de las manos, todo puede volver a su sitio.
El asunto puede estar más embrollada aún. Entiéndase bien el término. Entonces se aplica un movimiento rápido (Técnica David Copperfield del dedo índice) tocando el punto exacto del desplazamiento del escroto. Ojo. Es realmente peligroso. Porque es un toque punzante y fuerte, si se aplica en el lugar incorrecto, puede originar un dolor agudo, malestar de panza, retorcijones e incluso algún grito que expondrá la maniobra a la luz. Y como vampiro, sería terrible quemo. Fundamental, tener las uñas cortas. Este movimiento está prohibido para los guitarristas.
La última maniobra, y que depende en gran medida de la astucia de uno, es la artimaña de la distracción (Técnica del mirá eso). Hay que aprovechar los ruidos de la oficina, los periféricos, los compañeros que pasan, las luces, todo aquello que pueda desviar la mirada por unos segundos... segundos que deberán ser usufructuados al máximo para acomodar debidamente los elementos amorfos.

Silvia me ve pensativo y se me acerca. Y cuando Silvia se acerca empiezo a transpirar. Se me acelera el corazón. Y la transpiración es otro elemento a tener en cuenta en las técnicas ya descriptas. Porque es estos casos, las alforjas se pegan con ganas a la piel, y cualquier mal movimiento, puede ser el último.
Me habla y yo no puedo dejar de mirarle las tetas, el escote terrible que lleva. O las piernas cuando viene en pollera. Creo que ella sospecha que me vuelve loquito. Y juega con eso. Así son las minas. Jodidas. Y si me animara a tirarle los galgos, me sacaría cagando. Seguro. Igual, en la cabeza me retumba la frase “donde se come no se caga”, y justamente, esa frase es una cagada. Aunque me da la excusa para no trasmitirle mis sentimientos. Porque incluso, me cuesta conversar con ella de laburo. Me pone nervioso. Las palabras no son fluídas, no puedo conectarlas bien, y las frases me salen como a Tarzán. Le digo, “yo querer”, o “sí” o “no”. Trato de no hablar mucho porque sé que empiezo a decir boludeces. Pero es inevitable la conversación.

-Guille –me dice - ¿Cómo vas con el logo que nos pidieron de Arthur & Cía? Deberíamos subirlo a la web con el diseño renovado que aprobaron ayer.
-Sí –le digo.
-¿Sí qué? – y se inclina, me acerca la cara, y se ve todoooo, Dios mío, tengo que tranquilizarme ya.
-Sí, subir más tarde –contesto.
-No, tenemos que subirlo ahora Guille. El cliente lo quiere ver On Line, que tiene una presentación en media hora. ¿Vas a poder llegar?

Dios mío

-Guille, te puedo ayudar a llegar si querés

Dios, Dios, Dios mío. Dios míoooo.

-¿Te ayudo ahora?

-¡Silvia! –le grito desesperado – ¡Mirá eso, no te lo pierdas! Y aplico la técnica 3.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Qué ocurrente!!! O es real? que divertido! o que asco! Ja ja

Fabio Barone dijo...

Hola Anahí. Noo es real, sólo ficción. Cualquier semejanza con la realidad, es pura casualidad.