25 mar 2010

Tarta, el romántico

-Mi vi vi vi da es un ta ta tango –Me dice el Tarta mientras se toma su cerveza helada.

“Ahí vamos otra vez”, pienso, y me enciendo un pucho.

-Acácaca ca no se se pu pue dede fufu mamamar –se enoja.

-¿Mamar o fumar? Bah! Cortala Tarta, estamos en la zona de fumadores. Bancate el humo y listo. ¿Y ahora qué te deprime?

Para los que no conocen al Tarta, voy a tratar de hacer un resumen. José tiene 39 pirulos y es soltero. Digo “soltero” y no separado o divorciado. Soltero. Nunca tuvo una relación que haya durado más de seis meses. Y jamás pudimos afirmar que las mismas se hayan concretado en un noviazgo. ¿Motivos? Varios. Enumerando: el primero, es extremadamente tímido. Le cuesta horrores relacionarse con las mujeres, aunque quiera hacerse el superado. Le tiembla todo al hablar con alguien del sexo opuesto, y no me refiero a su tartamudeo, sino a que su cuerpo parece contraerse y su lengua anudarse. No sabe qué decir, qué hacer con sus manos, a dónde mirar. La mujer es una entidad mística para él, un sueño que cree imposible de poseer y como tal, lo admira y le teme. Bah, no es miedo, es pánico.
Segundo. Su tartamudeo. Obvio problema para relacionarse en una sociedad que busca la perfección. Sumado a su retraimiento, hace inverosímil la unión entre los diferentes sexos. No sólo debe superar las miradas que acusan su discapacidad o menosprecian su “anormalidad”, sino que el debe afrontar su propia mirada acusadora que lo retrae aún más. O sea, antes que alguien lo rechace, él mismo se rechaza porque “e e es ob vivivi o, Guigui lle. Quiquiqui en quiquiqui ere eeeeestar con un tatatar tamumumu dodo?”.
Tercero. Es un romántico, de los antiguos. De los que regalan flores, bombones, ositos de peluche, canciones (canta horrible el pobre). De los que abren la puerta del auto, te acercan la silla, pagan siempre todo. Todo. Pero en su soledad, se sumerge en las canciones melódicas, en luces de vela en su casa, y en fotos de los amores que marcaron su vida y no puede olvidar, en rechazos, rechazos, y más rechazos. Unos propios, otros ajenos. Para el Tarta, un guiño de ojos ya es una relación. Un beso, una pasión interminable. Y si se encama con alguien, Dios Santo, ¿quién nos ayuda a bancarlo?

-¿Y ahora qué te deprime? –Le vuelvo a preguntar- ¿No irás a arrancar otra vez con esa Fernanda no?
-Ehhhhhh...
-¿Otra vez? ¿En serio? ¿Hasta cuándo nene? Superalo.
-Jujuju an Papapa blo me dididijo que...
-Ya sé lo que te dijo Juan Pablo. Te dijo que NO, significa NO.
-Pepepe...
-Pero ella nunca te dijo que no. Ya lo sé. Me lo contaste 354.000 veces. El “NO” no debe ser necesariamente vocalizado. Las acciones, también pueden significarlo.
-Pepepe...
-Pero nada. Sumale tu tartamudeo. Olvidate. Bastante que te dio bola. Agregale tu diferencia de edad. Para vos no importa, para ella sí.
-Pepepe...
-Sí, ya sé. Ella te marcó de alguna manera. Ya sé la cantinela. Pero vos no. Apenas serás un recuerdo. Un momento. Algo fugaz. Hay que seguir Tarta, hay que seguir.

El Tarta se pone rojo. Así se pone cuando se enoja. Y mucho.

-PERO YO NO QUIERO SEGUIR –grita y toda la gente en el bar se da vuelta para vernos.

Me quedo inmóvil, con miedo de decir algo. Los ojos del Tarta parecen inyectados de sangre y un sudor aceitoso le recorre la frente.
Sonrío y le digo con voz bajita

-Che, Tarta. ¿Te diste cuenta que no tartamudeaste?

Se relaja, toma otro trago de cerveza y vuelve a su habitualidad.

-Que pupupu e dodo ha cececer?

Enciendo otro pucho, el anterior se me cayó del julepe que me dio el grito.

-Vamos de putas –le digo, pero inmediatamente me arrepiento. Sé que al Tarta no aprueba eso. Empieza con que a él le gusta “hacer el amor” y no coger. Y que las prostitutas son minas que laburan sin pasión, y bla bla bla. Antes de que arranque le doy otra opción.

-Vamos a bailar –le anuncio.

Y finalmente, con la idea de ahogar penas, olvidar y no superar un carajo, nos encontramos en un boliche de zona norte, haciendo cola para entrar. La rubia de adelante (espectaculares piernas) se da vuelta y me mira pícara. Le guiño un ojo y se sonríe.

-¿Venís seguido? –Le pregunto.
-No señor –me responde – ¿Me cuida el lugar que tengo que ir a buscar a unas amigas?

“¿Señor?” ¿Me dijo “Señor”? Antes de tener tiempo de reaccionar y mandarla a la concha de su hermana, se va y me deja con una sensación de edad angustiante. El Tarta se ríe.

-Jojojo.
-¿De qué te reís, pelotudo?
-Jojo der, que pepepen dejiji ta mamamal edudu cacaca da.

El humo, las luces, y el ruido (algunos valientes dicen que es música) nos invade al ingresar al local. Nos acercamos con el Tarta a la barra y pedimos para tomar.

-¿Cuánto está el jugo de naranja? –le pregunto al barman.
-Zzz

Mueve la boca

-¿Qué? –Le grito. El ruido de fondo hace imposible que lo escuche.
-Zzz

-¿Tarta vos entendés lo que dice?
-Yo tatatam bién tete quiquiqui e ro –me responde el tarado.
-No boludo, ¿vos entendés lo que dice el barman?
-¿Qué? –pregunta el Tarta
-Zzz –replica el barman.
-No te entiendo, campeón. El jugo. ¿Cuánto sale el jugo?
-Zzz
-El jugo. EL JUGO. ¿Cuánto sale?
-Zzzzz a zzzz las 3 –le logro entender.
-¿A las 3 qué? El jugo. Tengo sed. ¿Cuánto sale el jugo?
-Zzzz manzana.
-NO, manzana no. Jugo de naranja. NARANJA ¿Entendés? ¿Cuánto sale el jugo de naranja?
-Ma mama ñana no pu pu pue do –contesta el Tarta.

Una mina se acerca y me susurra algo al oído.

-¿Qué? –le grito.

Me moja la oreja con la lengua.

-No –le digo y le hago gestos con la cabeza. Se acerca al Tarta y le hace lo mismo. El pavo se pone todo colorado y la mina le parte la boca con un beso. El humo se incrementa, las luces psicodélicas empiezan a marear y el ruido (música) intenta perforar los tímpanos.

-Es una puta -le grito al Tarta mientras la mina se lo lleva a la rastra.
-¿Qq q qué? –vocifera el Tarta en el momento que el barman me sirve un tequila.
-No, no. Jugo de Naranja. Jugo de Naranja. ¿No entiende? No a vos no, que es una puta, una putaaaaaa! No, no lo estoy insultando a usted, es a él. No, no llame al de seguridad. No, no quiero tequila. Tarta es una puta, una putaaaa. No empuje. Eh Tarta, Tarta.

Un patovica empieza a empujarme mientras agarro al Tarta del brazo. La gente de amontona al ritmo de la ¿música?. Me choco con la rubia de la fila. Con el Patovica. Con la puta. Me ligo una trompada en el hígado, mientras me aferro con todas mis fuerzas al brazo de mi amigo. Caigo al piso, alguien me pisa, y algún gracioso tira un chicle sobre mi cara.
Siento que me desmayo.

-Es una puta –le digo al Tarta antes de desvanecerme.
-Sí –le escucho decir mientras los ojos se me cierran - ¡Yo tatatam biien estoto to toy eee nana momora doo!

1 comentario:

lavan dijo...

hay me encanta es re tierno el tarta jaja <3