30 abr 2010

A ver a Racing (¡Qué quilombo en la cancha!)

Me levanto temprano, un baño de inmersión relajante, una afeitada perfecta, me corto la uñas, intento depilarme las pelotas como sugirió Juan Pablo pero no tolero la cera. Encuentro mi remera de Racing campeón del 2001 en una de las cajas en el garaje de mi vieja. Me pongo el pantalón de Racing, el gorro, las medias, y me pinto la cara de celeste y blanco. Agarro una tremenda corneta y me decido a despejarme un poco de mis problemas.

-¿Dónde vas así disfrazado, Guille? -pregunta mi mamá.
-¿No es obvio, vieja? -le respondo.
-¿Otra vez al Cilindro, hijo? -se suma mi papá- No sé para qué vas, si siempre volvés amargado.
-Ya sé pa, te lo dije mil veces, Racing es una pasión inexplicable. Y hoy no jugamos de local, así que me voy a la cancha de Tigre.
-Lo único inexplicable es que sigas viviendo acá -replica mi viejo y me voy rápido antes de darle la oportunidad de seguir protestando.

Por la puerta, me pasa a buscar Tapón que me hace la gamba para ir a la cancha. Teniendo en cuenta que él es de Chacarita y ya descendió su equipo, el viaje en su auto hasta el estadio se transforma en un lloriqueo interminable, explicando una y otra vez los errores de los dirigentes que llevaron al Funebrero al descenso directo.

-Ahora vas a ver una hinchada como la gente, relajate –le digo y el filosófico Tapón me contesta con un “andá a cagar”.

El día nos acompaña. Ni frío ni calor. Agradable. Un solcito cariñoso se asoma con lo cual varios hinchas en la popular sacan los paraguas para guarecerse bajo la sombra. Sale la hinchada de Racing, la guardia imperial. Salen los jugadores, vuelan los papelitos, todo se baña de celeste y blanco y comienzan los cantos:

“y vamo la academia, yo te sigo, yo te quiero.
Para salir primero hay que poner más huevos
y correrlo al rojo de nuevo, por amargo y por cagón
y no me importa nada lo que digan
los bosteros, las gallinas y los cuervos y los putos quemeros.
Vamo Acade, vamo a ganar, donde juegues, yo voy a estar”

Y la interminable:

En el este y el oeste....
En el norte y en el sur...
Brillará blanca y celeste...
¡La Academia Racing Club!
Y la acade, y la acade, y la acade

Salto, felicidad, canto, joda, gritos, y... y...

-¿Y esa cara de orto, Tapón?
-No se ve un carajo che, este boludo de adelante me puso una bandera que me tapa la mitad de la cancha –se queja mi amigo.
-Correte un poco y listo.
-¿Cómo querés que me corra, bolú? Si tengo como a 5.000 pelotudos que me están apretando. Si apenas puedo respirar.

Adelante nuestro se instalan dos tipos con sus panzas de cerveza al aire libre, revoleando la camiseta. No miran al campo de juego, sino que nos miran a nosotros, con ojos amenazadores, y nos escupen y gritan:

-¡Canten, canten, mierda!
-Yo no pienso cantar –se defiende Tapón.
-Cantá boludo, o somos boleta.

Arranca el partido y me pongo a saltar con la muchachada. “No se sienten, no se sienten, son amargos igual que Independiente”.

-¿Che, no se piensan sentar nunca? –pregunta Tapón.
-Acá se viene a cantar, gordo!¡Y a saltar!
-A mí me gusta putear nomás, che.
-Agarrate de la bandera gordo, porque si meten un gol se vienen en avalancha desde arriba y...
-No me hagas reír, Guillermo. ¿Ustedes? ¿Un gol? Si son horribles.

Pero sólo tienen que pasar 21 minutos para que la hecatombe de produzca en la popular. Gol de Racing y gritos, alaridos, la pronosticada avalancha y Tapón que es desbordado por la masa y empujado escalones abajo. Escucho sus gritos ahogados, un “no me pisen más, hijos de puta” y lo pierdo entre la multitud.
El partido mientras tanto me atrapa. Nuestro arquero ataja una pelota increíble.
-No entra ninguna más, qué arquerazo tenemos –dice el viejo mufoso que siempre se queja cerca de mí y sólo hay que esperar 2 minutos para que un centro en el área se convierta en el empate del equipo rival.
-Ya sabía yo –protesta el viejo – Con este equipo no le podemos ganar a nadie.
El viejo empieza a discutir con un muchacho de 23 o 24 años que le dice que se vaya con los amargos, uno le contesta que la culpa del gol fue de pelado que tiene Racing en la defensa, que le ganaron de cabeza. Pelado de mierda, grita otro y ese mismo es el que empieza a corear “pelaaaadoooo, pelaaadooo” cuando convierte el 2 a 1 y Racing pasa al frente.
Y empiezo a cantar: “Y ya lo ve, y ya lo ve, somos locales otra vez” hasta que el árbitro manda a los equipos a descansar y a esperar el segundo tiempo.

Aprovecho el entretiempo y trato de encontrar a mi amigo, perdido en el tumulto del primer gol. Mi vista se tropieza con un hermoso culo, bien torneado, jean gastados y ajustados. Y un pelo largo que me trae recuerdos agradables.
Bajo como puedo, y mientras me pido una de esas cocas aguadas con las que nos envenenan en los estadios, me acerco hacia la hermosa cola y le digo:

-Quién fuera mecánico para meterle mano a esa máquina.

La mina no me da bola, o no me escucha con tanto griterío, así que le pongo la mano bien extendida en su culo y mientras lo acaricio, le grito:

-No me deslumbran tus ojos, ni me impresionan tus senos. Con que tenga yo tus nalgas lo demás es lo de menos.


Lo que era un movimiento más que obvio se produce. Se da vuelta, me estampa un cachetazo y nos quedamos mirándonos fijos. Espantados.

-¿Anita? –le digo.
-¿Guillermo?
-¿Qué hacés acá? ¿Desde cuando te gusta el fútbol a vos?
-No vine sola –me contesta y señala a Ernesto Correa, mi ex amigo, fanático también de Racing, que viene con dos choripanes en su mano.

Para aquellos que entran por primera vez al blog, les cuento: Anita es mi mujer. En realidad, los papeles de divorcio están en camino dado que se encamó con Ernesto hace ya algunos meses, lo que motivó que me tuviera que ir de casa. O sea, sería mi ex jermu.

-Hola Guillermo –me dice Ernesto cuando llega.
-¿Hola? –le grito- ¿Hola? ¿Eso es lo único que se te ocurre decir, hijo de puta? ¿Te cogiste a mi mujer y me decís “Hola”?

Un tipo aúlla de lejos: “¿Y qué querés que te diga Cornudo? ¿Chau?”

Ernesto hace caso omiso al grito y me mira suplicante.

-Perdoná. No sabía cómo ni cuándo hablarte. Es complicado, tenés que entender.
-¿Entender? ¿Yo tengo que entender? (Ah, ¿me convidás mientras un choripán?)
-Estamos enamorados Guille –interrumpe Ana.
-Ena... ¿Enamorados? ¿Me estás jodiendo, Anita?
-No, te juro que no lo buscamos, se dio nomás.
-Che, manga de hijos de puta, ¿se pueden dejar de discutir que ya empieza el segundo tiempo? –nos grita un gigantón atrás nuestro.
-Acá hay un tipo muerto –vocifera otro señalando a Tapón, que yace en el piso a unos cuantos metros.
-Ese es mi amigo –grito mientras como el chori y los muchachos lo levantan entre varios y lo acercan.

Tapón viene quejándose en voz alta, todo lastimado.

-Brutos de mierda, me tiraron al piso. Me pisaron, me escupieron, me volvieron a pisar mientras cantaban. Enfermos. Todos ustedes, enfermos. No vengo más a la popular, ni a ver a tu equipo del orto.
-Callate que nos matan –le suplico.
-Hola Alejandro –lo saluda Ernesto a Tapón.
-¿Ernesto? –se sorprende Tapón aún sujetado por los brazos de varios hinchas solidarios- ¿Vos también acá? Qué linda casualidad. Vos también, con todos estos fracasados.
-¡Callate tarado!–le implora el mismo Ernesto.

El cuerpo magullado de Tapón es depositado en el piso de un golpe brusco.

-Ahh, brutos de mierda. ¡Me acaban de romper la columna en dos! Serán muchos pero no sirven para nada. “Titanic” les dicen, porque va mucha gente a verlos pero se van a pique. “Dinosaurios”, fueron grandes y desaparecieron. “Karadagián”, porque ni los chicos creen que fue campeón del mundo. “Abuela” porque... eh... eh... muchachos... bajen, no, no, tan alto no por favor, no me levanten please... no se lo tomen así.... eyyyy... no hay por qué recurrir a la violencia... La espalda, ayyy, que duele. Despacito, despacito. Estaba bromeando, vamos, no tienen sentido del humor ustedes ¿Eso es un cuchillo? Por favor, no seamos extremistas tampoco... Eyy Guille, Ernesto, un poco de ayuda acá puede ser... Eyyy

Y vemos como la silueta de Tapón es vapuleada por varios fanáticos molestos. Uno entre la multitud pide calma. “Paren, paren de pegarle”. “¿Por?” “Porque quiero saber algo... Gordo puto, ¿por qué nos dicen Abuela”, “Porque juegan en el fondo con los chicos” contesta Tapón y los hinchas arremeten con más furia en el castigo corporal.

-¿No deberíamos hacer algo? –indaga Ernesto.
-¿Vos sos suicida? –le respondo- Después lo llevamos al Hospital y listo.
-Pero es nuestro amigo –dice.
-Era, ya debe estar muerto. ¿Y vos? ¿Justo vos vas a hablar de amistad? ¿Saliendo con Anita?
-Te molestaría dejar de decirle “Anita”. Se llama Ana.
-Yo la llamo como se me canta el orto.
-Pará un poco porque yo no estoy faltando el respeto.
-Ah, clarooooo. No me faltás el respeto, pero ... ¡te garchás a mi mujer!
-¡Ex-mujer! –reclama Ana.
-Todavía no salió el divorcio, querida. Así que cerrá el orto.
-Eh, pará con los insultos, che. Podemos solucionarlo como gente adulta –pide Ernesto.
-Nada que solucionar, bastardo. No hay nada que nos pueda volver a unir –le espeto.
-No se peleen por favor –dice Ana.
-Vos callate y no te metas –decimos Ernesto y yo a la vez... Y nos miramos... la casualidad nos hace cómplices del momento y nos reímos.
-Mirá el Gol que se perdió Mercado –grita Ernesto.
-¿Quién es Mercado? –pregunta Ana desconociendo que es el nombre de uno de los defensores de Racing.
-¡No sabe quién es Mercado! –señala uno en la tribuna.
-¡Hay que matarla! ¡Debe ser de Independiente!

Y los hinchas empiezan a bajar furiosos y asesinos para atacar a Anita.

-Corré boludo –le pido a Ernesto – Hay que salvarla.
-Socorro –se escucha gritar a Tapón de lejos.
-Terminó el partido –me confirma Ernesto mientras corremos. Y nos abrazamos. Y cantamos. La Acade. La Acade.

Unas botellas nos pasan al lado de la cabeza, nos tiran incluso celulares. Dos, tres, diez cuadras sin parar, casi agotados, pero felices con el triunfo. Nos encondemos en un callejón semi oscuro, y tratamos de recuperar el aliento.

-Uf uf uf... no puedo más –exhalo lo que me queda de aire.
-Yo tampoco –se ríe Ernesto.
-¿De qué te reís bolú? ¡Casi nos matan!
-Jaja,sí, pero no vas a negar que la situación es cómica. Peleados a muerte, terminamos abrazados, y felices por la victoria. C'est la vie.
-¿A quién se la viste?
-No, tarado. Es en francés, es la vida. A propósito, mirá que hay que encontrarse en la popular, qué casualidad, eh.
-Bueno –le confieso- en realidad, no fue casualidad. Le vi el culo a Ana y no pude evitar tocarlo. Siempre fue mi tentación.
-Sí, tiene lindo culo Ana.
-Hermoso.
-Bien redondito.
-Y chiquito.
-Compacto.
-y con la carne exacta.

Nos miramos unos minutos en silencio hasta que entendemos la gravedad de lo sucedido. Ernesto es el primero que lo admite:

-Che... ¿nos olvidamos de Ana, no?

22 abr 2010

Teoría de las cazavampiros

-Vampir, vapir, vepir; Ruthenian vepyr, vopyr, opyr; upir, upyr; upier, uber. Rusia, Polonia, República Checa, Serbia, Bulgaria. Donde sea. Distintas expresiones, mismo término -Tapón filosofa.
-Se pu pu puso en pepe do -acota El Tarta.

Tapón acomoda su buzarda y aclara.

-Lo mío es una teoría científica relacionada con el campo fantástico y con el Vampyrus spectrum, verdadero bichito de Dios, que chupa sangre realmente. O sea, no es puro cuento.
-¿Y? -pregunto.
-Me refiero a la condición general del hombre, o la visión de las mujeres sobre el hombre, según el Tarta. Somos muchas veces víctimas de las cazavampiros.

El mozo se acerca a la mesa y aprovechamos para realizarle el pedido. Nuevamente en la parrillita de la esquina, pero solos Tapón, Tarta y yo. Para resumir el motivo de la reunión, digamos que fue un nuevo ataque depresivo del Tarta en su enamoramiento al dope con la tal Fernanda, que aún lo mantiene inmóvil y estúpido.
Siempre la misma cantinela, que la mina era linda, que la mina era piola, que la mina le había dado bola, que la mina era pasional, que la mina, que la mina...

-Sos flor de pelotudo -le digo al Tarta.
-Pasame la sal -pide Tapón.

El Tarta obedece cabizbajo.

-No es pelotudo. Es un pobre idiota atrapado por este género femenino tan especial del uso y descarte. Lo confundieron con un vampiro y fue sacrificado. Aunque, también vampiro, no muere, y sufre eternamente -sigue filosofando Tapón.
-Como decía, un flor de pelotudo.
-En Israel, el vampiro más antiguo del que se tiene evidencia en el arte es el Lilith hebreo. Sin duda, es una versión del Lilîtu de Babilonia, un espíritu nocturno al que también se llama Lamia. En latín clásico es "una bruja que toma sangre de los niños, una hechicera".
-¿Pero somos o no somos vampiros? Decidite.
-Sí y no. Somos vampiros en el sufrimiento, en la cercanía de cruces que hacen arder nuestra piel. Las brujas, las cazavampiros son las mujeres. Las que nos buscan, nos acosan, o las que con engaños nos llevan a su cubil y nos enseñan o nos venden una realidad alternativa, y en el descuido, ¡zac!
-¿Zzzac? -pregunta el Tarta.
-¡Zac! Una estaca en el corazón. Sólo que, como decía, no somos vampiros, y nos condenan a llevar ese pedazo de madera como un recuerdo constante de nuestro error, nuestro desamor, nuestra estupidez.
-E e es toy he he herido.
-Estás hecho un tarado. No arrancás nunca, siempre la misma traba. Te estás aislando cada vez más del mundo, Tarta, sólo por la estúpida idea de que te vuelva a pasar. Y es probable. Le das demasiada importancia a hechos insignificantes -le explico.
-No fu fu fue insig ni ni ni ni ni ni ni...
-¡Insignificante! -completo nervioso.
-Y no mmmm me aa ais l l l o. Te te tengo mu muchos ami mi migos.
-Sí, en el Facebook -le contesta Tapón- 354 amigos en el Facebook, de los cuales conocés a...
-Ci ci cinco.
-Exacto, cuatro tipos y una mina. Muy triste -afirmo.
-Triste, pero real. La cosa ahora es cómo reactivamos a este muchacho.
-A mí no se me ocurre nada -me resigno.
-Me re cha cha cha zan popo porque tatatar ta mu dede o.
-Es probable -explica Tapón- no por eso van a dejar de tratarte como un vampiro. O sea, la estaca te la van a clavar sin piedad alguna.
-No es a a a sí. Yo me e e ena mo ré.
-Amor, amor -repite Tapón con signos de disgusto- "el amor es una estúpida utopía inventada por algún masoquista", según palabras del gran poeta Fabio Barone. Yo adhiero a sus palabras. Quizás podemos pensar en que hay alguna endorfina flotando en el aire, y que toda sensación de enamoramiento puede explicarse científicamente. Pero que lo que se busca es algún tipo de compatibilidad... Y no amor.
-Bueno, son dos cosas distintas -expongo mi punto de vista- Que el Tarta sea un vampiro es... tacado, o es... túpido, es un tema. Ver algo que no es como sensaciones propias y reales cuando la posta es que son relaciones free. Pero el amor, AMOR con mayúsculas, existe zapallo.
-Son extremos emocionales a los que nuestra mente nos lleva y nos confunde. Pero bueno, supongamos que existe un estado irracional del alma que nos lleva a cometer idioteces y podamos llamar a ese estado, amor. Lo del Tarta excede cualquier análisis, y te lo digo porque te quiero, pero no podés boludo, encima cuando son obvios los sentimientos del otro lado, no sirve de nada flagelarse, ni que desnudes inútilmente tus sentimientos. Te exponés, es revelar donde está el ataúd, para que te maten.
-Y además –agrego sin darle respiro al pobre Tarta- dejate de joder, lo que le dijiste a la mina... es mucho.
-¿Qué le dijo?–pregunta Tapón.
-¿No sabías? Pensé que ya se lo había contado a todo el mundo. El boludo le recitó canciones, y tomó un pedazo de Seminare: “si pudieras olvidar tu mente, frente a mí, sé que tu corazón, diría que sí”.
-¡Qué lindo! ¡Qué romántico! –ironiza Tapón mientras se engulle una provoleta- ¿Y qué te contestó?
-Ss see se se rrr rió.
-Y no es para menos –agrego- te faltaban los violines de fondo nada más. No es bueno que intentes luchar contra los designios de la sociedad. Si sos tartamudo, vas a tener que lidiar con eso, te van a rechazar, rechazar y rechazar. Hasta que encuentres a alguien que piense con el corazón, y no con la mente. Lo que decís de Serú Girán está muy bueno, de ahí que lo encuentres...
-Cupido está muerto. Su primer nombre era Nosferatu y como tal también fue sentenciado. Ni él se salvó –comenta Tapón.
-Propongo un brindis –levanto el vaso de cerveza – ¡Por Drácula! ¡Por los muertos vivientes!
-¡Por los hombres! –grita Tapón- Llegará el día en que se escuchará las trompetas del triunfo sobre el género femenino, y ya no seremos ni estacados ni crucificados. No serán trompetas, serán truenos, serán estallidos...

Y cuando pensaba que Tapón estaba llevando al extremo toda su filosofía, toda su racionalización del amor, levanta una pierna y se raja un pedo que retumba en todo el restaurant.

20 abr 2010

Toda espera termina: llega el momento del sexo

-Esta noche, salís del laburo y venite pa casa. Preparate porque vas a tener acción.

La voz del otro lado del teléfono es de Juan Pablo. Sonrío aunque él no pueda verme, y trato de imaginarme a qué se refiere. ¿Otro partido de truco? ¿Iba a estrenar un nuevo juego de boxeo en la Wii? O... quizás....

-¿Estás hablando de sexo? –pregunto.
-No –contesta- yo no hablo de sexo, hablo de coger papá. Ya deberías saberlo.
-¿No estabas de novio vos?
-¿Y? ¿Qué tiene que ver? Ya me conocés, creo. Y Kento necesita variedad.

Para aquellos que no conocen a Juan Pablo, Kento es el nombre de su pene. Él dice: “Es Kento, porque te la meto, y te dejo contento”. Sin palabras.

-¿Quiénes van?
-Alejandra y Manuela.
-¿Están buenas?
-Para partirlas en dos.
-¿La mía también? ¿Seguro, no? No sea que la tuya sea una yegua y la mía un escracho.
- Yeguas. Las dos. Te lo juro.
-¿Edades?
-Ambas 25 añitos.
-Ah, qué bueno. ¿Y a qué se dedican?
-¿Vos sos forro o te hacés? ¿Cómo “a qué se dedican”? ¿Qué carajo te importa a qué se dedican, boludo? Vamos a coger, nene, no a casarnos.
-Pero...
-Ah, qué pedazo de boludo, Guille. Perdoname, qué forro. Me sacaste. Mejor te corto, porque me arrepiento y llamo al Tarta.

Y corta nomás.
El jefe de personal, Arizmendi, se me acerca como si oliera algo extraño.

-¿Pasa algo, Domínguez? –me dice- Lo veo mucho con el teléfono y poco con el teclado.
-Nada, señor. Una llamada familiar.
-¿Sí? ¿La familia? ¿Trabajan en un hipódromo sus padres?
-No señor.
-¿Y tienen muchas yeguas? Porque me pareció que hablaba de eso.

Los huevos se me suben a la garganta y no atino a responder nada. Mi compañero, Esteban, disfruta en silencio de la situación. Silvia es la que me salva cuando entra y consulta por un trabajo. Arizmendi se retira, sin ganas de continuar la pelea.

-¿Cómo va el diseño de esa página Web, Guille? –me pregunta Silvia. Otra vez con ese escote provocativo. La muy turra.
-Bien -le digo secamente. Nunca me salen muchas palabras con ella.
-Bueno, dale, metele gas así puedo subir el contenido que me pidieron a mí.

Y se va lentamente, meneando su traste y provocándome una erección inmediata. Esteban la mira también y me comenta:

-Qué lindo irse tiene, ¿no?
-Sí, la verdad que sí –le contesto.
-¿Che, así que tenés joda a la noche, Guillermo? Era hora.
-Así es. Hay planes calentitos.
-¿Y hace cuánto que no la metés?
-Eh... No sé. Meses seguro. ¿Por?
-Y... la falta de práctica, viste. No sea cosa que tengas una sorpresita a la noche.

Pero qué hijo de puta. Ni había pensado en eso. Ahora me entran unos nervios terribles, pero ni en pedo me tomo un calmante. Ya tuve una mala experiencia con eso. ¿Entonces? ¿Cómo me preparo?

-¿Qué tipo de preservativo quiere? –me dice el farmacéutico horas después.
-¿Eh? ¿Cómo qué tipo?
-Sí, ¿qué tipo quiere?
-Mire, puede hablar más bajo. Me da un poquito de vergüenza el tema, ¿sabe? Me separé hace poco y no compro preservativos desde que me casé.
-Ok, a mí eso no me importa. Tema suyo. ¿Cuál quiere?
-¿Qué tiene?
-¿Quiere de látex o poliuretano? Le puedo ofrecer también uno hecho con resinas sintéticas.
-¿Cuál me recomienda?
-¿Ud piensa que yo los pruebo a todos? ¿Tengo cara de galán acaso? Lleve el de látex que es el común.
-Bueno, deme ese.
-¿Tamaño?
-¿Perdone?
-Tamaño señor. De qué tamaño lo quiere.
-No le voy a decir cuánto mide mi pito.
-Ok. Uno chico entonces.
-Mi pito no es chico.
-¿Entonces qué tamaño quiere?
-No le voy a decir.

El farmacéutico se acomoda sus lentes, y con suma paciencia me responde.

-Mire señor. Voy a tratar de ser claro. Me importa un pito el tamaño de su pito. Me importa un pito decir pito en voz alta. Pero si no me dice el tamaño que quiere, su pito se va a quedar sin preservativos.

Siento que muchas personas me observan y digo en voz bien alta

-Deme el tamaño más grande...gigante si hay –y saco pecho triunfante.
-De acuerdo. ¿Color?
-Co... ¿Color? ¿Me está cargando?
-¿Ahora tengo cara de gracioso, señor? ¿Parece que me esté divirtiendo? Estamos acá hace un rato largo para venderle unos condones de mierda, y seguimos dando vueltas con el tema. ¿Quiere con color o no?
-¿Qué colores tiene?
-Pueden ser de un solo color, bicolor, o con dibujitos. También tenemos fosforescentes.
-Ah, mire qué interesante. Deme fosforescente entonces.
-¿Verde o amarillo?
-Verde.
-¿Lo quiere saborizado?
-Ah, bueno. ¿Saborizado? Se me está complicando.
-Sí, saborizado. Tengo frutales nada más.
-¿Limón?
-No, limón no hay. Me queda naranja, uva o manzana.
-Deme uva.
-¿Con vibrador?
-Mire –le digo fastidiado- a ver si nos entendemos. Yo solo quiero coger, ¿entiende? C-O-G-E-R. Deme un puto preservativo de una buena vez, deme un puto guante de hule si hace falta, le cortamos los dedos y tengo para cinco polvos, deme una bolsita, lo que sea que sirva, pero deje de darme opciones porque me está sacando de quicio.


Ligo terrible patada en el traste y debo acudir irremediablemente a otra farmacia. Consigo unos increíbles preservativos fluorescentes a una cuadra de la casa de Juan Pablo. Cuando éste me abre la puerta le digo contento:

-Mirá lo que conseguí... 2 cajitas, con vibrador, tachas, sabor frutilla y brillan en la oscuridad –y le muestro las cajitas mientras las sacudo.
-Ah, muy bien. Te felicito. Veo que maduraste en el camino. Pasá nabo, así me ayudás a acomodar un poco este quilombo antes de que vengan las minas.

Son casi las 22.00 hs cuando terminamos de ordenar el departamento de Juan Pablo. Escondimos la ropa sucia en un cajón (antes la pusimos en bolsas para tratar de contener el olor). Lavamos los platos, limpiamos la mesa, pasamos la aspiradora por la alfombra, y ocultamos las revistas y dvds porno que estaban en la biblioteca.

Suena el portero y me doy cuenta que no llegué a hablar de estrategias con Juan Pablo.

-Bajo a abrir -me anuncia
-Pará loco. ¿Y cuál es la mía?
-Manuela, obvio. Así no perdés la costumbre.

La tensión se torna insoportable, la espera eterna. Finalmente, ingresa mi amigo acompañado por dos terribles perras.

-Les presento, Guillermo. Ella es Ale y por supuesto, ella es Manuela.

Al fin, la rubia es mía.

-Hola Guille -me guiña un ojo.

Me meo, por dios, qué linda es.

-Hola Manuela.
-Llamame Manuelita.
-¡Qué lindo! -exclama Juan Pablo- Como la tortuguita. Bueno chicos, nosotros nos vamos a la pieza, los dejamos para que se conozcan -y el muy hijo de puta se va y me deja solo con Manuelita.
-¿Y qué te gusta hacer Guille?
-Ehh, no sé. ¿Comiste algo?
-¿Te gusta el mate? –me pregunta.
-Dale, preparo unos amargos y charlamos un poco.

Manuelita es hermosa. Pero además interesante. Me cuenta que vino de Paraguay hace unos meses con su hermana y que está estudiando Gastronomía.

-¿Y vos? -me pregunta
-¿Yo qué?
-¿Qué estudias?
-No, yo ya me recibí hace mucho. Estudié diseño gráfico.
-Qué lindo, y ¿que te parece si me dibujás algo a mi?
-Claro, lo que quieras. Te puedo hacer un conejito o una tortuguita o...
-No bebé. Si me dibujas con este pincel.

Y me agarra el palo con su tierna manito. Desenrolla su lengua que debe medir alrededor de 5 metros y comienza a serpentear la misma dentro de mi boca. Nos tiramos sobre el sillón, y la temperatura sube hasta exceder cualquier pronóstico de verano.

-Pará que apago la luz –le digo.
-Vení para acá –me sujeta fuertemente del cuello y no me deja mover. Me rompe el calzoncillo y antes de darme cuenta, quedo totalmente en pelotas cuando ella apenas está desnuda. Comienzo a forcejear con su corpiño para intentar sacarlo.
-No sale –le comento. Pero ella ni bola, sigue chupeteando y jugando conmigo. El gancho del corpiño parece pegado y por más que tiro no quiere abrirse, así que intento estirarme para agarrar una tijera que Juan Pablo dejó sobre la mesita de las revistas, pero la sexópata aprovecha mi movimiento y me da vuelta y me pone boca abajo, me sujeta el brazo, me lo dobla hasta casi partirlo en dos.

-Ahora vas a ver lo que es bueno –me amenaza. Y se coloca haciendo una especie de H con el cuerpo, logrando una curvatura casi imposible. Su lengua, sus manos, sus pies, parecen elegir puntos estratégicos y no puedo contener un orgasmo bíblico.

-¿Ya bebé? ¿Tan rápido? –se entristece.
-No puedo más –le digo agotado -Me mataste.
-No, no te maté. Te estoy matando dirás, porque aún no terminé.

Finalmente se saca el corpiño y dos... cómo llamarlas... tetas no, porque suena muy común, dos... dos bellezas incomparables, dos zeppelines agraciados, se muestran y me dicen cariñosamente hola. Una nueva erección se produce en forma automática. Se empieza a sacar el pantalón.

-Voy al baño, ya vengo –me dice interrumpiendo el streeptease.
-Manuelita, Manuelita, ¿Manuelita dónde vas? – canto y me doy cuenta que estoy evocando a María Elena Walsh. Aprovecho la pausa para buscar los preservativos, y me pongo el fosforescente rojo, apago las luces y espero con la baliza prendida.
-¿Dónde estás bebé? –me pregunta desde la oscuridad.
-Seguí la luz linda –le digo y muevo el pitín haciendo dibujitos en el aire con la luz roja- Te presento al Chapulín colorado -anuncio.

Se ríe por la ocurrencia y se me tira encima. Los besos, los mimos comienzan nuevamente a ser parte del momento. Otra vez siento sus brazos sujetándome vigorosamente, pero esta vez lucho y trato de mostrarle mi fortaleza. La piel quema. Creo que me estoy enamorando. Pero aflojo, y le demuestro un arrebato de dulzura. Ya no se trata de violencia sino de caricias, todo muy suave y a la vez tierno. Ella se deja vencer por el momento y se deja arropar de pasión. Acaricio su pelo, sus cejas, su nariz y beso tiernamente su boca. Comienzo a bajar poco a poco la mano y me deslizo por sus pechos, acaricio su ombligo, su... su...

-¿¿¿¿¿¿Ahhhhhhhhhhhhhhhhh, qué es esto?????? –mi alarido aturde a Manuelita que salta del sillón.

Juan Pablo y Alejandra ingresan corriendo al living.

-¿Qué pasa? ¿Qué pasa? –grita mi amigo todo despeinado, semidesnudo, abrazado con Alejandra, en ropa interior.
-¿Cómo que pasa? ¿Cómo que pasa? ¡¡¡Es un travesti!!! –grito señalando a Manuelita... o Manuel o lo que corno sea.
-¿Y? –dice Juan Pablo- Alejandra también. Necesitás nuevas experiencias,che.
-¿¿Nuevas experiencias?? –grito como loco- Es un tipo. ¡¡UN TIPO!!
-Bien que te gustaba, bebé –dice Manuelita.
-¿Y a estas minas teníamos que levantarnos? –le pregunto.
-¿Qué? No pelotudo. Son profesionales. Les pagué.
-Encima yo haciéndole el entre como un boludo para engatusarla.
-Ya somos gatos, bebé –comenta Manuelita.
-Miauuu –maúlla Alejandra.
-¡¡Pueden dejar de gritar hijos de puta!! ¡¡Quiero dormir!! ¡¡Quiero dormir!! –grita el vecino Don Ramón mientras golpea las pared lindera.
-Casi me viola un travesti, infeliz. Te tendría que cagar a trompadas -le increpo a Juan Pablo.
-¡¡Que se callen!! –sigue golpeando Don Ramón.
-Vos no entendés nada, pibe. Por qué no probás y vas a ver que te gusta –me dice Manu, el tortugo.
-¿Pero por qué no me agarrás esta? -le señalo al Chapulín.
-Ya la agarré, lindo –me contesta a lo cual le contesto con una serie de epítetos y exabrutos originales.
-Shh, callate –se preocupa Juan Pablo- ¡Uhh, boludo! Ahí cerró la puerta Don Ramón, viene por el pasillo. Apagá la luz. Apagá la luz.
-Nos va a matar –contesto mientras obedezco y dejo el living a oscuras.
-¿Quién es Don Ramón? –pregunta Alejandra.
-Shhhh –chista Juan Pablo cagado en las patas.
-Hablá bajito, carajo. Es el vecino que labura en seguridad. No es la primera vez que lo despertamos y nos quiere asesinar.
-Ahh –responde Alejandra con una tranquilidad que asusta.
-¿Y está fuerte? –consulta Manuelita.
-Callate, tarada –le pellizco el brazo.
-Abran cobardes. Abran –comienza a golpear la puerta Don Ramón. Cada vez más fuerte.
-La va a tirar abajo –expresa su miedo Juan Pablo, susurrando.
-¡¡Abran mierda!!

Finalmente la puerta cede a la presión de las patadas y golpes de puño y Don Ramón hace su ingreso en el departamento. Nos quedamos mudos, protegidos por la oscuridad.

-¿Dónde están, malparidos? Sé que están por acá, los voy a encontrar, los voy a matar.

No veo donde está Juan Pablo ni Alejandra, la negrura es nuestra aliada. Manuelita, mientras tanto, decide esconderse conmigo atrás del sillón largo. Y comienza a acariciarme la entrepierna.

-Largá boludo –le digo bajito.
-¿Ya no te gusta más, bebé?
-Largá te digo, largá.

Pero es tarde, las caricias delicadas y suaves, a pesar de venir del tortugo, comienzan a surtir efecto, y la erección se hace inevitable.

-Ah, allá veo una lucecita roja –ríe contento Don Ramón- ¿Qué será eso que se asoma?


...



Al otro día, la enfermera me despierta y me explica que el suero es sólo por precaución, “nada grave” me afirma y agrega que me darán de alta por la tarde.

-Eso sí –me aclara- aún no pudimos quitarle el preservativo fosforescente de su pene debido a los golpes que sufrió en el miembro. Quedó como adherido a la piel. Aunque vea el lado positivo... aún puede usarlo.

15 abr 2010

Tormenta, aceitunas y reflexiones sobre las mujeres

La lluvia sacude la vieja puerta de la casa del Tarta. Los golpes son rítmicos, y aumentan a cada minuto.

-Que didi didía de mimi mier da –reflexiona El Tarta.
-¿Podés prender otra luz, tacaño del orto, que no se ve nada? –le pide Tapón.
-Ta ta bien –y las luces del living de la antigua casona iluminan una noche muy oscura.
-¿Ya pediste las pizzas? –pregunto.
-Hace mamás de mememe dia hoho ra.

Un trueno retumba cerca y nos estremecemos. Tapón me abraza.

-Largá tarado –y se sonroja descubierto en la acción femenina.
-Perdoná, me cagué en las patas –contesta.

El temporal sigue agitando la puerta, esta vez con una violencia inusitada.

-¿Escucharon? –pregunta Tapón.
-¿Qué cosa?
-Ahí, prestá atención, como un grito.
-No es cucucu cho na dada.
-Shhh, oigan.
-Che, Tarta –le pido- bajá un poco la música... Sí, ahora sí... Escucho como un murmullo.
-Yo oigo algo así: “Alan jos ta”... ¿Qué es eso? –pregunta Tapón.
-Se confunde con la tormenta –le aclaro – Bajá más la música, dale.

Nos quedamos en silencio, y escuchamos como el rechinar de la puerta se hace más insistente. La música apagada ayuda a que la voz lejana empiece a tomar forma. “Alan jos ta”... “Alan jos ta” ... empieza a mutar a “Alan hios nuta” luego de “nuta” a “ruta” a “puta” y el desenlace en “Abran hijos de puta”.
El Tarta abre la puerta a las corridas y del otro lado encontramos a un Juan Pablo empapado, pura agua, furia asesina en su rostro, con los nudillos rojos de tanto golpear la puerta. Entra a la casa haciendo charquitos con sus pasos.

-¡Qué manga de hijos de puta, che! Hace media hora que estoy golpeando afuera, ¿se puede saber por qué no abrían?
-Yo pepepen sé que ee eera la llullullu via.
-La música a full, Juanpa. No se escuchaba. ¿Por qué no tocaste el timbre?
-Lo toqué.
-No aa aan da.
-¡Hubieras avisado, boludo!

Un relámpago ilumina una figura enorme en la puerta que aún continúa abierta. Una silueta espectral. Afín a una escena de terror, todos gritamos del susto. Tapón me abraza otra vez. Juan Pablo saca su voz finita que merecería resquebrajar vidrios. El Tarta se desmaya.

-Un monstruo –grita Juan Pablo.
-Es un astronauta –digo yo.
-Vamos a morir. Todos vamos a morir –llora Tapón.

El personaje se saca el casco y nos muestra las pizzas y tres birras.

-Ni monstruo ni astronauta. Soy el motero de “La muzza barata”. ¿Aquí pidieron 2 grandes de jamón y morrones?

El olorcito nos reanima rápidamente del susto.

-Yo pago –dice Tapón.

Lo siguiente es resucitar al Tarta mientras Juan Pablo se cambia su disfraz de Aquamán por el pijama del dueño de casa.
Nos sentamos y mientras Tapón reparte las porciones de fainá, Juan Pablo mi guiña un ojo. Yo le tiro dos besitos y sonreímos. La escena de por sí podría resultar sospechosa para todo aquél ajeno a los hechos que acontecían en ese preciso instante.

-Envido –dice el Tarta sin tartamudear.
-¿Envido dijiste?- replica Juan Pablo.
-Quiero –contesta Tapón.
-No boludo, no canté. Pregunté en serio. Con los truenos no se escucha una mierda.
-Bajá la música Tarta. Me tenés podrido con los Bee Gees.
-Ya cantaste, lo lamento –dice Tapón.- Vos sos mano, Guillermo.
-22 -canto.
-31 –dice risueño Tapón.
-¿Qué hora es? –pregunta Juan Pablo.
-Las oo once –contesta el Tarta.
-Las quiero ver en mesa –ríe Juan Pablo.
-No empecemos con las boludeces y a cobrar cualquier banana –refunfuña Tapón.
-Vos empezaste primero –contesta Juan Pablo y le tira una aceituna a la cara.

Mientras las aceitunas vuelan y algunos escarbadientes buscan peligrosamente penetrar en los ojos, me reclino en mi silla (casi me voy a la mierda) y disfruto el momento. Aquí, con mis amigos, en la confortable casa del Tarta, jugando al Truco, riéndonos y peleándonos, siendo felices. Las pequeñas grandes cosas que a veces uno olvida y luego deja de lado por dos tetas. Pero es que a veces hace falta (las dos tetas, digo), claro, podría estar en la cama con una mina y estoy escuchando a estos pelotudos pelear. Aunque si me pongo a pensar en lo que cuesta tener a una mina, la verdad que ya me cansé de chamullar, de encarar. Podría volver con Ana, aunque debe estar garchando con Ernesto, así que no creo que tenga éxito. Sí, para ella fue bien cómodo, sólo fue cuestión de sentarse y esperar. Yo en cambio tengo que remarla y remarla. Y conseguir a una linda, inteligente, independiente y que tenga gustos similares, resulta una utopía. Y nunca lo sabés hasta que gastaste fortunas en salidas, en malos ratos. Ella, claro, noooo, qué va, la tiene fácil, espera, no gasta un mango, elige candidatos, le importa un bledo si es amigo de uno. Qué turra. Bah, que turras todas. La misma mierda. Todas. Ya quisiera cambiar de bando a ver que se siente ese poder. Vanagloriarme del mismo.

-Taría bueno ser mina, ¿no? –tiro la pregunta al aire en el preciso instante en que Tapón está golpeando la cabeza de Juan Pablo con la caja grasienta de la pizza. La pregunta es suficiente para que se sienten y la paz vuelva por unos minutos.
-¿Ser mina? ¿Escuché bien? –pregunta Tapón.
-Se vo vovol vió pupu puto –afirma El Tarta.
-Me refiero –aclaro- a no tener que chamuyar. Imagínense, lo único que tenés que hacer es levantarte a la mañana, maquillarte, y salir a la calle. Eso es todo. El truco está en ponerse una buena minifalda, un escote provocativo, y listo.
-Quiero retruco –grita Tapón.
-Ufa. Quiero -le digo
-Es la boludez más grande que escuché –contesta Juan Pablo.
-No, ¿qué boludez? Pensalo. Mínimo esfuerzo, sólo escuchar propuestas. Este sí, este no. Pruebo con aquél. Pruebo con los dos. Un día con uno, un día con otro. Nada de debatirse en pensar: ¿le hablo? ¿Me dará bola? No, no, no, no, no. Eso es para nosotros, los giles.
-Estás enfocando mal el tema –comenta Tapón.
-¿Por?
-Porque estás pensado en que sos una mina linda. Buenas gambas. Lolas grandes. Linda cara. Claro, así es fácil. Y también sería fácil si vos fueras un modelo publicitario. O un jugador de fútbol. O de tenis. Ahí vas a ver que también se te regalan. Pero imaginate si sos una mina fea. O si sos gorda. ¡O si no tenés tetas!

Mientras me habla juego un 2 de oros y me mata la carta con un 3 de copas. Mi compa tira el 9 de bastos y el Tarta se queja con un “que cu cu”.

-No entiendo –le contesto a Tapón mientras Juan Pablo tira un 6 de mierda para la segunda.
-No entendés porque no pensás –se enoja Tapón- Jugá el 3 Tarta. Te explico –continúa luego de que yo tiro un rey de oros – El hombre feo tiene la posibilidad de encarar al menos. Incluso un tipo con problemas, como el Tarta. La sociedad le da el visto bueno. Ahora imaginate que vos sos una mina fea, gorda, no sé, a ver, peluda, narigona, machona, bien plana, te crecen los bigotes, estás llena de granos, tartamudeas, o rengueas, o tenés problemas en los brazos, o en los ojos, o...
-Sí, sí, ya entendí el punto –le digo.
-Bueno, en ese caso, la sociedad dictamina que la mina no encara. Y encima, qué difícil para esa mina esperar que el hombre tome la iniciativa. O sea, termina ella encarando confrontando a los estandares de la sociedad, y temiendo el constante rechazo. Incluso conformándose con el que le dice sí, que muchas veces, es un Tarta cualquiera -y Tapón juega un cuatro de espadas.
-Ggg gra cias popo por lo que me tototo ca.
-Yo lo veo distinto –reflexiona Juan Pablo- Para la mina con conciencia (si es que existe alguna) ¡qué difícil poder resistir la tentación de decir todo que sí! Imaginate, salís y un chabón lindo como yo te invita a tomar algo. Agarras viaje, obvio. Para tranzar, o para noviar. Lo que sea.

Juega otro 6, el Tarta pasa y yo tiro el 2 que me quedaba. Eso no impide que Juanpa siga.

-En el mientras tanto, luego de engancharte al bonito, se te presenta otro tipo. En un bar, en un taxi, en donde sea. ¿Le dice que no o le dice que sí? ¿Qué querés que te diga? Yo le digo que sí. Tengo un vale para salir con infinitos tipos si soy linda. Y qué dilema si sos fiel ¿no?
-¿Una vale para salir con tipos? –pregunta Tapón.
-Sí.
-¿Cómo una entrada?
-Sí.
-O sea, si salís con dos, vale dos. Si salís con tres, vale tres. Si salís con cuatro...
-Vale cuatro –dice Juan Pablo.
-Quiero –dice Tapón y se le caga de la risa en la cara cuando muestra sus 31 con el 7 de espadas.
-Conchudo –putea Juan Pablo e inmediatamente comienza una nueva batalla de aceitunas, muzzarella y escarbadientes.
-Pero pensá en lo negativo –tiene tiempo de filosofar Tapón- Sos mina, y además sos buena mina (sí, ya sé que es difícil), y te tira sus armas de seducción un tipo que es tu amigo. ¿Qué momento de mierda, no? Hay que saber decirle que no, sin lastimarlo. O una termina diciendo que sí, por lástima... o miedo a perderlo, andá a saber.
-La mina se lo coge igual -revela Juan Pablo mientras le encaja un aceitunazo terrible en los huevos a Tapón.
-Yo pipi en so que nooo.
-¡Pelotudazo! –le grita Juan Pablo- Si la mina de la que seguís enamorado sólo quería a tu pichichi.
-Yo no no no e e estoy e na mo mo moo rado.
-Entonces la disyuntiva aquí es saber si es mejor ser mina o un chabón –acota Tapón mientras se agarra los huevos con sumo dolor.
-Ser o no ser, esa es la cuestión –me hago el inteligente.
-Nahhhh. Muchas contras muchachos. Si sos mina, tenés que depilarte las piernas –explica Tapón.
-Ma ma qui qui llarte.
-Además, te viene Andrés una vez al mes –agrega Juan Pablo.
-Y tengamos en cuenta –y pongo el toque machista- que si nos cambiamos de sexo, extrañaríamos el uso del cerebro.
-Pero tendríamos espacio en la cabeza para más boludeces –se ríe Tapón.
-Eso. La inteligencia no se negocia. Somos inteligentes, ergo, somos hombres. ¿Qué somos?
-¡Hombres! –gritamos.
-¿Qué somos?
-¡¡Hombres!! –y con este grito nos quedamos totalmente a oscuras.

-¿Qué pasó? –pregunta Tapón.
-No se ve un sorete –dictamino.
-¿Y ese olor? –pregunta Juan Pablo.
-Yyyo noo fuuui.
-Yo tampoco.
-Yo menos.
-Fuiste vos Tapón –acusa Juan Pablo.

Silencio. Más silencio.

-Y di di go yyyo, ¿dó dón de pupu sisiste la ro ro ropaa mo ja ja ja da?
-La colgué en ese cuadrado que tenés en el pasillo –contesta Juan Pablo.
-Bo bo bo lu do. Ahí esss tán las te te tér mi cas de la ca ca sa.
-Entonces –pregunto- ¿el olor era a pedo o a quemado?

Silencio. Más silencio. Oscuridad. Más oscuridad. Y olor, sobre todo olor. Los sentidos casi agobiados. Y un suspiro que se escucha como un eco lejano.

-¡Qué pelotudo! Hombre tenías que ser –y la reflexión final de Tapón nos deja en qué pensar toda la noche.

12 abr 2010

Al psicólogo

El Dr. Vladimir van Uto se sienta en un sillón frente al mío. Yo me siento también y me hundo en un inmenso confort. Un cojín parece amoldarse perfectamente a mi cuello y la sensación de paz se amplía. Sin dudas, Tapón tenía algo de razón cuando me dijo de venir al psicólogo.
El Dr. Vladimir van Uto, tiene cara de... buen tipo. Pelado brilloso, una lámpara de pie le pega justo en la calva y el reflejo ilumina toda la habitación. ¿Será sólo la casualidad, o el ángulo de la luz estará planificado para ahorrar energía?
Tiene una barba candado de intelectual, y aparenta unos 60 años. Vestido de traje, desalineado, y con zapatillas.

-Le diría de empezar -dice van Uto -sólo nos quedan 20 minutos.
-¿La sesión no dura media hora? -pregunto mientras me estiro.
-Sí, pero usted estuvo durmiendo ya diez minutos. Parece que le gustó mi sillón. Mientras se despabila, ¿le molesta si prendo un cigarrillo?
-No, para nada. ¿Puedo prender otro yo?
-Le agradecería que no, me molesta el humo.

Cuando me dispongo a protestar , el Dr van Uto me interrumpe con una pregunta clásica

-¿En qué lo puedo ayudar?

Pucha, pienso. ¿Por dónde arranco?

-Bueno, cuando nací...
-¿Podemos ser un poco más actuales, ¿le parece Guillermo? ¿Le molesta si lo tuteo?
-No, por favor Vladimir.
-A mí digame Van Uto. Dr Van Uto.

Qué pedazo de p... turro pienso.

-Ok, Doctor. Siendo más actuales, le diría que me separé hace un mes y pico de mi mujer. Y siento que perdí mi lugar en el mundo.
-Ajá. ¿Qué más?
-Ella me engañó con mi mejor amigo. Aún no hablé con él, y tampoco llevé adelante los trámites de divorcio.
-Ajá.
-Luego he tenido experiencias traumáticas con mujeres e incluso con mis amigos, por no decirle vecinos de mis amigos que me han perseguido con intenciones asesinas, sólo porque no los dejaba dormir.
-Ajá.
-Y siento que, no sé, como que ya no soy el mismo. Que todos mis planes se fueron a la mierda, la familia, los hijos, los nietos, auto, living confortable con TV, y ahora ya perdí todo, y no sé cómo arrancar de nuevo.
-Ajá.
-Por otro lado, volví a la casa de mis viejos, y es como si fuera un retroceso. Duermo en el living porque mi cuarto lo transformaron en un gimnasio y no piensan realizar cambios porque lo mío es momentáneo según dicen. Pero aún ni busqué donde alquilar y siento que molesto. Especialmente cuando me preguntan cuándo me voy.
-Ajá.
-Y le sumo a mi preocupación, que sus “ajá” me salen alrededor de $60 mangos la media hora, que con los “ajá” no hago un carajo, el “ajámetro” está indicando que todo está por explotar, y estoy hasta la coronilla de esta charla intrascendente que no es charla, porque usted no me dice nada doctor. Ah, y me olvidaba. Tengo ataques de furia con bastante frecuencia.
-Ajá... Digo, veo, veo. En efecto, Guillermo, está en una etapa de duelo. Y no hay que poner plazos para el mismo. Nunca se sabe la duración.
-¿Cuánto tiempo puedo estar así?
-¿No me escucha usted? Le acabo de decir que no se sabe la duración.
-Sí, le escuché. Pero más o menos. ¿Cuánto se tarda en salir?
-No se sabe.
-¿Más o menos?
-No podría decirle.
-¿Aproximadamente?
-No.
-¿Ni un dato? ¿Hay un máximo o un mínimo?
-No.
-Ufa.
-Por consiguiente, tendremos que trabajar para solucionar su estado de ánimo. ¿Toma usted algo, Guillermo?
-Una coca, por favor.
-No, ¿le pregunto si toma usted algún ansiolítico?
-Ah, de vez en cuando.
-Ajá. ¿Duerme bien?
-En este sillón bárbaro. En casa a la noche me cuesta mucho.
-Ajá. Seguramente se debe al stress, a la sensación de pérdida y angustia interna.
-No, el perro de mi viejo me rompe soberanamente las pelotas todas las noches, y el colchón que uso es bastante finito, con lo cual es como si durmiera en el piso directamente. Eso y mi viejo roncando desde su habitación, hace que tarde un choclo en pegar un ojo. Pero si usted me vendiera este sillón...
-No está a la venta.
-Pero, si estuviera, ¿a cuánto lo vendería?
-No está a la venta.
-¿Ni un poquito?
-¿Y cómo puedo vender un poquito de un sillón? ¿Usted está bien?
-Si yo estuviera bien, ¿estaría hablando con un psicólogo?
-Ajá, veo su punto.
-Ajá, vea nomás. Pero el tiempo pasa, y aún no solucionamos nada.
-Guillermo, dejeme decirle que este es un proceso largo. No alcanza una sola sesión.
-¿Y cuántas hacen falta?
-No podría decirle. Es un proceso largo.
-¿Aproximadamente?
-No.
-¿Ni un dato? ¿Hay un máximo o un mínimo?
-No.
-Ufa.
-Ajá. Tengo como un deja vú. Usted con sus “ufa” y yo con mis “ajá”. Pero olvidémonos, y prosigamos. ¿Cómo se siente exactamente en relación al engaño de su mujer?
-Para el culo.
-Ajá, sí. Me imagino. Me refiero a que sea más específico.
-¿Se puede ser más específico que con la expresión “para el culo”?
-Sí.
-¿Cuánto más específico?
-No podría decirle.
-¿Más o menos?
-No. Y no repitamos el diálogo nuevamente. Utilice otras palabras.
-No se me ocurren.
-A ver, lo voy a ayudar. Por ejemplo: “traición”.
-Ah, sí, sin dudas. Me sentí traicionado, engañado.
-Ajá, ve, ya arrancó. Era cuestión de dejarlo salir nomás. ¿Qué más?
-¿Más palabras?
-Sí.
-Soy un flor de cornudo, así que diría para rimar que me siento un pelotudo. O un boludo, que también rima.
-No hace falta que rime.
-Claro, con su apellido no le conviene.
-¿Qué quiere decir?
-Vamos, no seré el primero ni el último que hace el chiste, Dr van Uto.
-No le entiendo.
-¿Me está jodiendo? Van Uto, van Uto... ¿La capta? Van uto que rima con...
-No hace falta que rime, ya le dije, y no me interesan sus chistes, salvo que usted prefiera pagar para que yo los escuche. Prosiga. ¿Qué otras palabras se le ocurren?
-Ehhhh, a ver... Desengaño, fracaso, frustración...
-Ajá.
-Ira, agonía, soledad...
-Ajá, siga, siga, va muy bien.
-Angustia, sorpresa, fracaso
-Ah, no. Mal. Repitió “fracaso”.
-No sabía que no se podía repetir.
-Bueno, ahora lo sabe. Tiene que concentrarse. Cambiemos un poco de tema. Con todos esos sentimientos fusionados en su ser, nos encontramos ante una nueva disyuntiva...
-¿Por qué dice “nos” si el que se encuentra en una disyuntiva soy yo?
-Es una forma de decir. "Nos encontramos" es porque ambos debemos solucionarlo.
-Ambos y una mierda. Yo soy el del problema. Sino dividamos el gasto de sus honorarios.
-Le repito que fue una expresión. Me corrijo. Usted se encuentra ante una disyuntiva...
-Ahora soy yo solo. Antes éramos los dos, y ahora me dejó en banda.
-Pero Ud me dijo...
-Seeee. Seguro. Excusas, excusas. Al final es como todos, se va cuando hay quilombo y me deja solito.
-No, lo que yo quise...
-Ta bien, no se haga problemas. Son todos iguales, Preocupese por usted nomás, total, que a mí me pise un tren.
-Yo me preocupo por usted.
-Pero me deja solo.
-Para nada, yo lo voy a ayudar, lo voy a acompañar en esta lucha diaria, vamos a salir adelante. Vea, dije “vamos”, los dos juntos. ¿Así le parece bien?
-Sí, así me gusta más. Necesito olvidar a mi Anita, necesito enamorarme otra vez.
-Ajá, vamos bien. Ya empezamos con las necesidades, y ya aceptamos que tenemos un problema.
-¿Usted también tiene un problema?
-No, no. Hablo de su problema.
-Pero dijo que “aceptamos que tenemos un problema”.
-Estoy hablando en plural porque Ud. me lo pidió. Pero el problema es suyo.
-Claro, ahí vamos de nuevo. El problema es mío solito, ¿no? No sea que lo contagie. Arreglate como puedas. Que Dios te ayude. Etc, etc.
-No quise decir eso. Ya le dije que lo voy a ayudar.
-¿Me va a vender al sillón?
-Ya le dije que no.
-¿Entonces?
-Mire, le voy a ser sincero. Soy conocido por mi infinita paciencia. O somos conocidos por nuestra infinita paciencia. Ehh, ya no sé lo que digo. Usted me está mareando. La verdad que me está sacando de quicio y no quisiera decir ninguna palabra fuera de lugar.
-¿Qué palabras?
-No se me ocurren, y no quiero decirlas, además usted es mi paciente Guillermo y le debo respeto y...
-Vamos, vamos. Diga qué palabras.
-Conchudo hijo de puta.
-Ahh, muy bien. Está exteriorizando su ira. Qué más, qué más.
-Pedazo de pelotudo mal parido, cornudo hijo de mil trolas cruzadas con elefantes.
-Vamos avanzando, vamos avanzando.
-Culorroto y...
-Bueno, bueno. Mire la hora que es doctor. Ya nos pasamos como 15 minutos de la sesión.

El Dr. parece despertarse de una pesadilla. Se levanta del sillón, y me estrecha la mano.

-Le pido disculpa, Guillermo. Llevo más de 35 años como profesional y le puedo asegurar que nunca me pasó algo así.
-No se disculpe, es la bronca contenida. Todos tenemos problemas. Le agradezco por su tiempo y no vemos la semana que viene.

Cierro la puerta pero cuando me dispongo a salir del consultorio, me acuerdo de un detalle pendiente. Entorno la puerta:

-Ah me olvidaba algo Dr. van Uto
-¿Sí?
-¡¡¡Puto!!!

9 abr 2010

Clase 4: “Decile como quieras, pero depilate”

Del baño se escucha un grito tarzánico que me pone la piel de gallina. Esta vez somos 3 los que vinimos a las clases de conquista de mujeres de Juan Pablo. El Tarta, Daniel (de curioso nomás, sólo para confirmar su teoría que las clases no sirven) y yo obviamente.

-¿Po pop o por qué gritás así? –dice el Tarta desde el living, a lo que Juan Pablo contesta, aún gritando:
-Me estoy depilando.... ayyyyyyy, la puta madreeeee ¡Cómo dueleeeee!
-¿Depilando qué? –indaga el uruguayo.
-Las bolaaaaaaaaas –contesta Juan Pablo con otro tremebundo grito.
-Che, te pregunté bien, no es para que te burles.

Juan Pablo sale del baño corriendo y va a la cocina. Agarra un repasador, lo llena de hielo y se lo pone en los genitales.

-Es en serio, bolú. Me estaba depilando las bolas.
-Nooo –aullo de sólo pensarlo.
-Que do do do dolor.
-¿Vos estás en pedo? –cuestiona Daniel.
-No, en pedo no. Me preparo para una salida. Para una noche total. Como ya saben, si salgo, entonces...
-Cojo – completamos los tres.
-Exacto. "Si salgo, entonces cojo". Y tengo que estar impecable. Así que mis estimados alumnos, si se acercan al baño, voy a explicarles cómo prepararnos para una salida, para causar una buena impresión, para estar lindos.

El baño de Juan Pablo es como un lugar místico, en cuanto es un templo de la contemplación, aunque cero espiritual. Bañera con hidromasaje, espejo en el techo, espejo gigante con luces frente al lavatorio. Shampú tratante para la caída del pelo en 7 variedades distintas. Caída extrema, Caída suave, pa masajes, refuerzo ante caída, refuerzo para el refuerzo, me estoy quedando calvo, y que se haga el milagro y crezca de nuevo. Perfumes. Varios. Todos importados. Masajeador de cabeza. Una canasta con ... con...

-¿Eso son pepinos? –pregunto
-Sí, pepinos. Los corto, y me los pongo para las ojeras a la noche.

En fin. Una canasta con pepinos. Una máquina eléctrica para cortarse el pelo de la nariz. Cera depilatoria. Un set interminable de cremas. Y...

-¿Qué es esto? –pregunto.
-Preservativos –contesta Juan Pablo.
-Ya sé, pelotudo. ¿Pero qué clase de preservativos? Hay como miles. ¿Y este... para qué es?
-Ese es el sensación caliente. Una máquina, papá. Apenas lo uso y Kento se pone bien erecto.
-¿Quién e Kento? –Pregunta Daniel que nunca escuchó hablar del tema.
-Kento es mi pito. Mi fabuloso pito que me acompaña en todas mis aventuras.
-¿Le pusiste nombre, enfermo? –sigue el uruguayo.
-Obvio. Incluso hablo con él a la noche. Compartimos muchas cosas.
-¿Y por qué Kento?
-Una especie de homenaje a Superman. Como es el miembro de un supermacho, le puse el apellido del alter-ego del personaje: Clark Kent, pero con una O al final, que la hace aún más varonil: Kent-O.
-Pero que boludé má grande, pibe.
-Además –dice Juan Pablo- "Es Kento, porque la meto, y te dejo contento".

Nos reímos con el Tarta, ya sapientes de la frase de latiguillo de Juan Pablo.

-Bueno, y ahora muchachos. Veamos la preparación. Es importante quedar bien depiladitos. A las chuchis no le gustan los pelitos. Así que pecho, brazos, cejas, las bolas, el culito. Todo, bien peladito.
-Qué a a a asco.
-Asco es estar peludos. Vos Tarta te metés a la pileta y le gente empieza a gritarte que te saques el pullover. Eso es asco. Esto es la nueva onda metrosexual.
-¿La nueva tendencia no es el ubersexual? –cuestiono.
-El Ubersexual es un metrosexual, que no lo admite, y se queda corto con las medidas. Se disfraza de “man solidario” y sólo quiere llamar la atención. Decile como quieras. Pero depilate.

Juan Pablo agarra una pincita.

-Con esto, procedemos a sacarnos el pelo de las cejas. Con la tijerita, cortamos y emparejamos las pestañas. Con esta maquinita, ven, así. Me la paso por la nariz, por las orejas y chau pelitos. Con la parte de atrás, así, emparejo las patillas. Y ya está. El tema pelos queda resuelto. Ah, perdón. Las axilas. Las depilamos también. Ayuda a mantener mejor el olor del desodorante en barra, este que traje de Francia, mmm, huelan, mmm, yo me excito con la fragancia. “Aire de Oso” se llama. También un poquito por los pezones.
-Por dió – dice Daniel que ya no puede evitar sonreír.
-Después es importante una buena máscara facial la noche anterior a la salida. Los pepinos bien fríos en los ojos. Tengo unas cremas de peli, esta que es una blanqueadora para las ojeras, después le pongo un poco de té de manzanilla. Y las cremas anti-age, infaltables. La manicura también Las mujeres miran mucho las manos. Vos Tarta, tené cuidado porque ya se notan los callos. Tenés que aflojar un poco. Un buen delineador, suave, para resaltar los ojos. Y aquí tengo esto que compré nuevo. Pelo artificial.
-¿Eh? –decimos todos.
-¿No no no e e ra que que que había que que sa car sese se los pepepe los?
-Sí, pero aquí, en donde tengo una pequeña peladita de monje, aplico este pelo instantáneo, de mi color, y ¡voilá! Ya no soy pelado.
-¡Qué grosso! –admiro.
-Y no olvidar, el perfume. Fundamental una buena elección. Importado obvio. Que dure lo suficiente. Y estratégico dónde colocarlo. Un poquito acá, así, otro acá y otro acá y ahhhhhhh, la puta madre, ahí arde como la concha de la lora.
-Y claro, boludo –le dice Daniel- Si te poné en la chota, te va a arder, mirá que so pelotudo, ¿eh?
-Pero ahí en donde van a estar oliendo. El dolor es, lamentablemente, algo que debemos tolerar en pos de que nos huelan bien.
-Qué feo sonó eso –comento.
-No es sonido, es olor –afirma Juan Pablo- Y todo, absolutamente todo, será juzgado. Una buenas plantillas en los zapatos para ser más altos –nos lleva a su cuarto ahora- y la bijouterie. Una cadena de oro. Con una cruz bien grande. El reloj tiene que ser llamativo. Hay que acordarse de sacarse el deportivo a la hora de la cita. A propósito, Daniel, ese reloj que tenés... Por favor, ¿es de arena?
-Tiene calculadora.
-Es una antigüedad. Es enorme. ¿Cuánto pesa? Hay que llevar algo delicado, que diga, soy masculino, y a la vez, tengo guita. Como este, ¿ves? Sumale un buen anillo, camisa, pantalón, y saco de marca. Nada barateli. Los zapatos recién lustraditos. Que brillen. Y una vez lista la ropa, volvemos al baño, y... el último toque... un poco de mousse en el pelo, nada de gel que queda pegote, y ya estamos. Listos para la aventura. Veamos ahora los imprevistos. Por ejemplo... ¿qué es eso que tenés en el labio, Tarta?
-¿Qué qué qué coco sa?
-Eso blanco.
-Un gragra gra
-Un grano –termino yo.
-No, un grano no. Eso no es un grano. Eso es una pelota de fútbol. Un planeta, una orbe total. Eso es gigantezco. ¿Y qué hay que hacer?
-¿Cogerlo? –dice Daniel.
-NO, no, eso a las minas. Al grano hay que reventarlo y con ganas. Nuestro rostro debe estar impoluto.
-Ni en pepepe pe do.
-A ver muchachos, voy a necesitar su ayuda –reclama el profe.

Y dicho esto, Daniel sujeta vigorosamente el brazo derecho del Tarta mientras yo hago lo mismo con el izquierdo. Juan Pablo comienza entonces a apretar el grano pero el maldito no explota.

-Se resiste muchachos. Vamos a tener que usar una tijera caliente.
-No, no, una ti ti j eje j era no no no.
-Agarralo fuerte Daniel –dice Juan Pablo y se acerca mientras el Tarta se retuerce intentando esquivar el filo de muerte.
-Quedate quieto boludo, que nos va a clavar a nosotros –le ruego al Tarta.
-Ni en pe pe pe do.
-Quedate quieto, mierda.

Pero el Tarta no se resigna y sigue debatiéndose de un lado para el otro. Cuestión que tenemos que sujetar sus piernas en el piso, mientras salta como un sapo y da patadas como un loco contra la pared.

-So so so –grita
-¿Qué cosa?
-So so coco rroo.

Y patea cada vez más fuerte la pared. Y se escucha: Callate boludo, dejá de patear, me estás apretando un huevo, cuidado con la tijera, casi me sacás un ojo, tarado, agarralo fuerte, más fuerte, quedate quieto hijo de puta, cerrá la boca, me mordióóó, me mordió, CUIDADO con el pepino...

Y golpean del otro lado de la pared.

-Callense, hijos de mil putas. ¡Quiero dormir!
-¿Quién es ese? –pregunta Daniel.
-Ese es el vecino. Don Ramón. Es guardia de seguridad. Quedate quieto, carajo.
-Ni en pepe pe dodo.

Daniel, con un movimiento veloz con su pierna enyesada, golpea la cabeza del Tarta y la inmoviliza de manera tal que la tijera de Juan Pablo comienza a presionar el grano.
-No quiere –dice.
-¡Ay! –exclama el Tarta
-Más fuerte, presioná más fuerte –le digo yo.
-Pero carajo, ¿se puede saber a qué de deben los putos gritos? -Y en el preciso momento en que Don Ramón abre la puerta y escupe la pregunta, nos encuentra es una posición poco ortodoxa, casi sexual, como si quisiéramos violar al Tarta. Y también, en ese preciso instante, justito, el grano decide explotar, y gran cantidad de pus amarillento y oloroso, vuela hasta la boca de Don Ramón, abierta de par en par.

Segundos después nos encontramos perseguidos por el vecino, corriéndonos por las escaleras con la tijera, gritando “trío de maricones” y otra gran cantidad de barbaridades que no llego a escuchar bien, mientras Juan, primero en la huida, chilla como un marrano:

-¿Se dieron cuenta?
-¿Qué cosa, tarado?. Corré que este nos mata –vocifero tembloroso.
-Que hoy Don Ramón no vino con ese estúpido pijama que tiene.
-¿Y? –le contesto mientras lo empujo al llegar a la planta baja y el aire empieza abandonarme.
-¿Cómo “y”? ¿No te diste cuenta? No está depilado. Ni un poquito. Qué asco y poco varonil.

6 abr 2010

Las novias trofeos

Nos encontramos con Tapón y Daniel en Puerto Madero. After Office.
El gordito de Tapón analiza el menú y dice:

-Yo voy a querer el creppe de verduras a los cuatro quesos, y el conito fundido de champignones al graten.
-¿El qué? –dice Daniel.
-Y para comer los ñoquis rellenos de mozzarella con pomodoro y juliana de verduras.

Daniel se cansa de escucharlo y pide al mozo:

-Traéno a los tres el menú de pasta y pizza libre.
-Pero... –comienza a quejarse Tapón cuando Daniel lo interrumpe.
-Che, ¿vos seguís con las clase de Juan Pablo?
-Primero –contesto- es “claseS” con “S” final. Vos y tu manía de comerte las “s”. Me altera. Segundo, sí, sigo. ¿Por?
-Porque estás perdiendo el tiempo. Juan Pablo y vo, son persona muy distintas.
-Ahí coincido con el uruguayo –dice Tapón mientras se lastra una porción de muzza y continúa con la boca llena de queso.
-Juan Pablo está en la boludez, Guille. Deberías saberlo. Vos sos un tipo enamoradizo, que busca una compañera de ruta. El otro es un gato que se la pasa de mina en mina, buscando en el catálogo la que mejor aplique para mostrar.

Una rubia infernal se acerca a Tapón y le pregunta:

-¿Tenés hora?
-Sí, tengo –contesta Tapón y continúa su charla con nosotros. Con el uruguayo nos miramos como no entendiendo la situación.

-Vos sabes que Juan Pablo en realidad nunca pudo superar el divorcio. Y dada su situación y su gran amor hacia él mismo, para lo único que te van a servir sus consejos es para conseguir trofeos.
-¿Trofeos? –pregunto.
-Disculpame, te pregunté si tenés hora.
-Te dije que sí. Y sí también a vos, Guille. Trofeos. Es lo único que quiere Juan Pablo.
-Ampliame -le digo.
-Mujeres trofeos. Objetos. Adornos. Meras figuras decorativas que sólo sirven como sustentos de un status o de una sensación de éxito a los fines prácticos de refregarlo en las narices de tus amigos, ex novias, compañeros, y todo aquél que se te cruce.
-Yo no creo que... –pero no puedo terminar la frase.
-Vamo –me dice el uruguayo- Ahora Juan Pablo está saliendo con una de 19 años. ¡¡19 años!! La piba vino el otro día a casa. Se la pasó arreglándose las uñas y mirándose al espejo. Hablando de las compras que hicieron. Ella ni lo tocaba a Juan y él tenía que decirle “vení al lado mío”, o “largá un poco el celular”. Le daba besos y ella cero cariño. Pero Juan estaba todo el tiempo “¿No le queda linda la pollera?” “¿Viste la sonrisa que tiene?”... y ya aburría. Él atrás de ella y ella ni la hora le daba.
-¿Tenés hora o no?
-¿Y la mina no dice nada? ¿Para qué está con él si no lo quiere? –pregunto indignado.

Tapón tiene la facilidad de poder hablar aún tomando su aperitivo y comiendo pizza casi sin respirar.

-Parecés tarado, Guille. Tu matrimonio te separó del mundo. Hay minas que buscan eso nada más. Gente que los mantenga. Viven para mostrar las gambas, el escote. Se hacen cirugías y tienen una carrera contra el tiempo. Son útiles mientras el cuerpo las acompañe y ellas lo saben. ¿A cambio? Bueno, reciben un auto, tiempo libre, casa, plata, status. Y meten cuerno a rabiar. Para ellas es más importante tener esos valores económicos al lado que un tipo que te quiera, te cuide, te admire. También está el otro lado. Las minas que buscan los hombres trofeos. Facheros, con terrible lomo, con guita, auto de lujo, o alguna profesión como médico, abogado. El trofeo va en los dos sentidos, no importa ni la hora ni el lugar.
-¿¿Me decís la hora??

Tapón mira a la rubia con cara de “qué hincha pelotas” y le muestra el reloj.

-Mmm, ¿Eso es un rolex?- dice la pendeja, que no debe tener más de 25 años.
-Sí, muñeca. Un rolex. ¿Bailás?
-Sí, bebé. Vamos.

Daniel, colérico, pega un golpe sobre la mesa:

-¿Cómo hace este gordo hijo de puta? Encima casado.
-Bueno –le contesto- dejalo que se divierta un poco. Total es un santo. Además vos también estás casado.
-Sí ¿Y? Yo también quiero diversión sana.
-¿Diversión sana? Definí eso.
-Bailar un poco, nada más. Algún pico, che. Nada de otro mundo.
-¿Las cosas con tu mujer? ¿Todo bien?
-Y ya sabés, Guille. La convivencia e difícil. Que la guita, que el colegio de los pibes. Y después la educación de María, que no es hija de ella, y me reclama por lo que dice o no dice mi ex. No sé. ¿Qué queré que te diga?
-Yo pienso que vos sos de los míos.
-¿De los tuyos? ¿Qué es eso?
-Ya sabés. Que ves más allá de las apariencias. Que por más quilombos que tengas, igual sos feliz con tu matrimonio, con las pequeñas cosas de cada día. Las peleas. Los besos. Todo.
-Y sí. Puede ser, puede ser –y suspira profundo. Sonreímos en silencio mientras cada uno se deja llevar con la cabeza a vaya a saber dónde. Yo por mi parte, me pongo a pensar en Anita, en lo feliz que era, o lo infeliz que fui, según qué recuerdo me llegue a la cabeza. Es su nariz torcida. En la celulitis. En las cuentas del supermercado. En sus gritos. Hay que pagar el alquiler. ¿Otra vez salís con tus amigos? ¿Fútbol a esta hora? En los almuerzos en familia. En las peleas en familia. ¿Dónde pasamos navidad? ¿Dónde año nuevo? ¿No te depilaste? En las discusiones sin fin. En el sexo rutinario. En ... Dios mío... Díos mío...

-Miralo a Tapón –le señalo al uruguayo- se está comiendo a la pendeja.
-¡Qué buena mina!
-¡Qué piernas!
-Ma qué piernas. ¿Viste los melones qué tiene?
-Terribles. Ya se me paró de sólo mirarla.
-A mí se me para el corazón si me encamo con esa yegua. Yo la parto en do.
-Yo en tres.
-Qué hijo de puta este Tapón.
-Hijo de re mil puta.
-Sí, hijo de re mil puta. ¿Sabés qué, Dany? Te quiero amigo. Vos sí sos de los míos.
-Sí, sí.
-Sí. Bien de los míos. Somos dos románticos, nada que hacerle.