20 abr 2010

Toda espera termina: llega el momento del sexo

-Esta noche, salís del laburo y venite pa casa. Preparate porque vas a tener acción.

La voz del otro lado del teléfono es de Juan Pablo. Sonrío aunque él no pueda verme, y trato de imaginarme a qué se refiere. ¿Otro partido de truco? ¿Iba a estrenar un nuevo juego de boxeo en la Wii? O... quizás....

-¿Estás hablando de sexo? –pregunto.
-No –contesta- yo no hablo de sexo, hablo de coger papá. Ya deberías saberlo.
-¿No estabas de novio vos?
-¿Y? ¿Qué tiene que ver? Ya me conocés, creo. Y Kento necesita variedad.

Para aquellos que no conocen a Juan Pablo, Kento es el nombre de su pene. Él dice: “Es Kento, porque te la meto, y te dejo contento”. Sin palabras.

-¿Quiénes van?
-Alejandra y Manuela.
-¿Están buenas?
-Para partirlas en dos.
-¿La mía también? ¿Seguro, no? No sea que la tuya sea una yegua y la mía un escracho.
- Yeguas. Las dos. Te lo juro.
-¿Edades?
-Ambas 25 añitos.
-Ah, qué bueno. ¿Y a qué se dedican?
-¿Vos sos forro o te hacés? ¿Cómo “a qué se dedican”? ¿Qué carajo te importa a qué se dedican, boludo? Vamos a coger, nene, no a casarnos.
-Pero...
-Ah, qué pedazo de boludo, Guille. Perdoname, qué forro. Me sacaste. Mejor te corto, porque me arrepiento y llamo al Tarta.

Y corta nomás.
El jefe de personal, Arizmendi, se me acerca como si oliera algo extraño.

-¿Pasa algo, Domínguez? –me dice- Lo veo mucho con el teléfono y poco con el teclado.
-Nada, señor. Una llamada familiar.
-¿Sí? ¿La familia? ¿Trabajan en un hipódromo sus padres?
-No señor.
-¿Y tienen muchas yeguas? Porque me pareció que hablaba de eso.

Los huevos se me suben a la garganta y no atino a responder nada. Mi compañero, Esteban, disfruta en silencio de la situación. Silvia es la que me salva cuando entra y consulta por un trabajo. Arizmendi se retira, sin ganas de continuar la pelea.

-¿Cómo va el diseño de esa página Web, Guille? –me pregunta Silvia. Otra vez con ese escote provocativo. La muy turra.
-Bien -le digo secamente. Nunca me salen muchas palabras con ella.
-Bueno, dale, metele gas así puedo subir el contenido que me pidieron a mí.

Y se va lentamente, meneando su traste y provocándome una erección inmediata. Esteban la mira también y me comenta:

-Qué lindo irse tiene, ¿no?
-Sí, la verdad que sí –le contesto.
-¿Che, así que tenés joda a la noche, Guillermo? Era hora.
-Así es. Hay planes calentitos.
-¿Y hace cuánto que no la metés?
-Eh... No sé. Meses seguro. ¿Por?
-Y... la falta de práctica, viste. No sea cosa que tengas una sorpresita a la noche.

Pero qué hijo de puta. Ni había pensado en eso. Ahora me entran unos nervios terribles, pero ni en pedo me tomo un calmante. Ya tuve una mala experiencia con eso. ¿Entonces? ¿Cómo me preparo?

-¿Qué tipo de preservativo quiere? –me dice el farmacéutico horas después.
-¿Eh? ¿Cómo qué tipo?
-Sí, ¿qué tipo quiere?
-Mire, puede hablar más bajo. Me da un poquito de vergüenza el tema, ¿sabe? Me separé hace poco y no compro preservativos desde que me casé.
-Ok, a mí eso no me importa. Tema suyo. ¿Cuál quiere?
-¿Qué tiene?
-¿Quiere de látex o poliuretano? Le puedo ofrecer también uno hecho con resinas sintéticas.
-¿Cuál me recomienda?
-¿Ud piensa que yo los pruebo a todos? ¿Tengo cara de galán acaso? Lleve el de látex que es el común.
-Bueno, deme ese.
-¿Tamaño?
-¿Perdone?
-Tamaño señor. De qué tamaño lo quiere.
-No le voy a decir cuánto mide mi pito.
-Ok. Uno chico entonces.
-Mi pito no es chico.
-¿Entonces qué tamaño quiere?
-No le voy a decir.

El farmacéutico se acomoda sus lentes, y con suma paciencia me responde.

-Mire señor. Voy a tratar de ser claro. Me importa un pito el tamaño de su pito. Me importa un pito decir pito en voz alta. Pero si no me dice el tamaño que quiere, su pito se va a quedar sin preservativos.

Siento que muchas personas me observan y digo en voz bien alta

-Deme el tamaño más grande...gigante si hay –y saco pecho triunfante.
-De acuerdo. ¿Color?
-Co... ¿Color? ¿Me está cargando?
-¿Ahora tengo cara de gracioso, señor? ¿Parece que me esté divirtiendo? Estamos acá hace un rato largo para venderle unos condones de mierda, y seguimos dando vueltas con el tema. ¿Quiere con color o no?
-¿Qué colores tiene?
-Pueden ser de un solo color, bicolor, o con dibujitos. También tenemos fosforescentes.
-Ah, mire qué interesante. Deme fosforescente entonces.
-¿Verde o amarillo?
-Verde.
-¿Lo quiere saborizado?
-Ah, bueno. ¿Saborizado? Se me está complicando.
-Sí, saborizado. Tengo frutales nada más.
-¿Limón?
-No, limón no hay. Me queda naranja, uva o manzana.
-Deme uva.
-¿Con vibrador?
-Mire –le digo fastidiado- a ver si nos entendemos. Yo solo quiero coger, ¿entiende? C-O-G-E-R. Deme un puto preservativo de una buena vez, deme un puto guante de hule si hace falta, le cortamos los dedos y tengo para cinco polvos, deme una bolsita, lo que sea que sirva, pero deje de darme opciones porque me está sacando de quicio.


Ligo terrible patada en el traste y debo acudir irremediablemente a otra farmacia. Consigo unos increíbles preservativos fluorescentes a una cuadra de la casa de Juan Pablo. Cuando éste me abre la puerta le digo contento:

-Mirá lo que conseguí... 2 cajitas, con vibrador, tachas, sabor frutilla y brillan en la oscuridad –y le muestro las cajitas mientras las sacudo.
-Ah, muy bien. Te felicito. Veo que maduraste en el camino. Pasá nabo, así me ayudás a acomodar un poco este quilombo antes de que vengan las minas.

Son casi las 22.00 hs cuando terminamos de ordenar el departamento de Juan Pablo. Escondimos la ropa sucia en un cajón (antes la pusimos en bolsas para tratar de contener el olor). Lavamos los platos, limpiamos la mesa, pasamos la aspiradora por la alfombra, y ocultamos las revistas y dvds porno que estaban en la biblioteca.

Suena el portero y me doy cuenta que no llegué a hablar de estrategias con Juan Pablo.

-Bajo a abrir -me anuncia
-Pará loco. ¿Y cuál es la mía?
-Manuela, obvio. Así no perdés la costumbre.

La tensión se torna insoportable, la espera eterna. Finalmente, ingresa mi amigo acompañado por dos terribles perras.

-Les presento, Guillermo. Ella es Ale y por supuesto, ella es Manuela.

Al fin, la rubia es mía.

-Hola Guille -me guiña un ojo.

Me meo, por dios, qué linda es.

-Hola Manuela.
-Llamame Manuelita.
-¡Qué lindo! -exclama Juan Pablo- Como la tortuguita. Bueno chicos, nosotros nos vamos a la pieza, los dejamos para que se conozcan -y el muy hijo de puta se va y me deja solo con Manuelita.
-¿Y qué te gusta hacer Guille?
-Ehh, no sé. ¿Comiste algo?
-¿Te gusta el mate? –me pregunta.
-Dale, preparo unos amargos y charlamos un poco.

Manuelita es hermosa. Pero además interesante. Me cuenta que vino de Paraguay hace unos meses con su hermana y que está estudiando Gastronomía.

-¿Y vos? -me pregunta
-¿Yo qué?
-¿Qué estudias?
-No, yo ya me recibí hace mucho. Estudié diseño gráfico.
-Qué lindo, y ¿que te parece si me dibujás algo a mi?
-Claro, lo que quieras. Te puedo hacer un conejito o una tortuguita o...
-No bebé. Si me dibujas con este pincel.

Y me agarra el palo con su tierna manito. Desenrolla su lengua que debe medir alrededor de 5 metros y comienza a serpentear la misma dentro de mi boca. Nos tiramos sobre el sillón, y la temperatura sube hasta exceder cualquier pronóstico de verano.

-Pará que apago la luz –le digo.
-Vení para acá –me sujeta fuertemente del cuello y no me deja mover. Me rompe el calzoncillo y antes de darme cuenta, quedo totalmente en pelotas cuando ella apenas está desnuda. Comienzo a forcejear con su corpiño para intentar sacarlo.
-No sale –le comento. Pero ella ni bola, sigue chupeteando y jugando conmigo. El gancho del corpiño parece pegado y por más que tiro no quiere abrirse, así que intento estirarme para agarrar una tijera que Juan Pablo dejó sobre la mesita de las revistas, pero la sexópata aprovecha mi movimiento y me da vuelta y me pone boca abajo, me sujeta el brazo, me lo dobla hasta casi partirlo en dos.

-Ahora vas a ver lo que es bueno –me amenaza. Y se coloca haciendo una especie de H con el cuerpo, logrando una curvatura casi imposible. Su lengua, sus manos, sus pies, parecen elegir puntos estratégicos y no puedo contener un orgasmo bíblico.

-¿Ya bebé? ¿Tan rápido? –se entristece.
-No puedo más –le digo agotado -Me mataste.
-No, no te maté. Te estoy matando dirás, porque aún no terminé.

Finalmente se saca el corpiño y dos... cómo llamarlas... tetas no, porque suena muy común, dos... dos bellezas incomparables, dos zeppelines agraciados, se muestran y me dicen cariñosamente hola. Una nueva erección se produce en forma automática. Se empieza a sacar el pantalón.

-Voy al baño, ya vengo –me dice interrumpiendo el streeptease.
-Manuelita, Manuelita, ¿Manuelita dónde vas? – canto y me doy cuenta que estoy evocando a María Elena Walsh. Aprovecho la pausa para buscar los preservativos, y me pongo el fosforescente rojo, apago las luces y espero con la baliza prendida.
-¿Dónde estás bebé? –me pregunta desde la oscuridad.
-Seguí la luz linda –le digo y muevo el pitín haciendo dibujitos en el aire con la luz roja- Te presento al Chapulín colorado -anuncio.

Se ríe por la ocurrencia y se me tira encima. Los besos, los mimos comienzan nuevamente a ser parte del momento. Otra vez siento sus brazos sujetándome vigorosamente, pero esta vez lucho y trato de mostrarle mi fortaleza. La piel quema. Creo que me estoy enamorando. Pero aflojo, y le demuestro un arrebato de dulzura. Ya no se trata de violencia sino de caricias, todo muy suave y a la vez tierno. Ella se deja vencer por el momento y se deja arropar de pasión. Acaricio su pelo, sus cejas, su nariz y beso tiernamente su boca. Comienzo a bajar poco a poco la mano y me deslizo por sus pechos, acaricio su ombligo, su... su...

-¿¿¿¿¿¿Ahhhhhhhhhhhhhhhhh, qué es esto?????? –mi alarido aturde a Manuelita que salta del sillón.

Juan Pablo y Alejandra ingresan corriendo al living.

-¿Qué pasa? ¿Qué pasa? –grita mi amigo todo despeinado, semidesnudo, abrazado con Alejandra, en ropa interior.
-¿Cómo que pasa? ¿Cómo que pasa? ¡¡¡Es un travesti!!! –grito señalando a Manuelita... o Manuel o lo que corno sea.
-¿Y? –dice Juan Pablo- Alejandra también. Necesitás nuevas experiencias,che.
-¿¿Nuevas experiencias?? –grito como loco- Es un tipo. ¡¡UN TIPO!!
-Bien que te gustaba, bebé –dice Manuelita.
-¿Y a estas minas teníamos que levantarnos? –le pregunto.
-¿Qué? No pelotudo. Son profesionales. Les pagué.
-Encima yo haciéndole el entre como un boludo para engatusarla.
-Ya somos gatos, bebé –comenta Manuelita.
-Miauuu –maúlla Alejandra.
-¡¡Pueden dejar de gritar hijos de puta!! ¡¡Quiero dormir!! ¡¡Quiero dormir!! –grita el vecino Don Ramón mientras golpea las pared lindera.
-Casi me viola un travesti, infeliz. Te tendría que cagar a trompadas -le increpo a Juan Pablo.
-¡¡Que se callen!! –sigue golpeando Don Ramón.
-Vos no entendés nada, pibe. Por qué no probás y vas a ver que te gusta –me dice Manu, el tortugo.
-¿Pero por qué no me agarrás esta? -le señalo al Chapulín.
-Ya la agarré, lindo –me contesta a lo cual le contesto con una serie de epítetos y exabrutos originales.
-Shh, callate –se preocupa Juan Pablo- ¡Uhh, boludo! Ahí cerró la puerta Don Ramón, viene por el pasillo. Apagá la luz. Apagá la luz.
-Nos va a matar –contesto mientras obedezco y dejo el living a oscuras.
-¿Quién es Don Ramón? –pregunta Alejandra.
-Shhhh –chista Juan Pablo cagado en las patas.
-Hablá bajito, carajo. Es el vecino que labura en seguridad. No es la primera vez que lo despertamos y nos quiere asesinar.
-Ahh –responde Alejandra con una tranquilidad que asusta.
-¿Y está fuerte? –consulta Manuelita.
-Callate, tarada –le pellizco el brazo.
-Abran cobardes. Abran –comienza a golpear la puerta Don Ramón. Cada vez más fuerte.
-La va a tirar abajo –expresa su miedo Juan Pablo, susurrando.
-¡¡Abran mierda!!

Finalmente la puerta cede a la presión de las patadas y golpes de puño y Don Ramón hace su ingreso en el departamento. Nos quedamos mudos, protegidos por la oscuridad.

-¿Dónde están, malparidos? Sé que están por acá, los voy a encontrar, los voy a matar.

No veo donde está Juan Pablo ni Alejandra, la negrura es nuestra aliada. Manuelita, mientras tanto, decide esconderse conmigo atrás del sillón largo. Y comienza a acariciarme la entrepierna.

-Largá boludo –le digo bajito.
-¿Ya no te gusta más, bebé?
-Largá te digo, largá.

Pero es tarde, las caricias delicadas y suaves, a pesar de venir del tortugo, comienzan a surtir efecto, y la erección se hace inevitable.

-Ah, allá veo una lucecita roja –ríe contento Don Ramón- ¿Qué será eso que se asoma?


...



Al otro día, la enfermera me despierta y me explica que el suero es sólo por precaución, “nada grave” me afirma y agrega que me darán de alta por la tarde.

-Eso sí –me aclara- aún no pudimos quitarle el preservativo fosforescente de su pene debido a los golpes que sufrió en el miembro. Quedó como adherido a la piel. Aunque vea el lado positivo... aún puede usarlo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola!!

Esto es lo mejor que has escrito en días. En serio. Tuve que dejar de leer para reìrme a gusto. Tengo alguno que otro comentario. Pero eso lo dejo para el facebook. Un abrazo de tu amiga mexicana.

Pastruki dijo...

Hola, Fabio.

Hace pocos días que sigo tus textos y ya están agregados a mis favoritos.
Muy bueno, muy divertido.

Abrazo desde la península ibérica.

Nacho

Nachito!!! dijo...

Llegue a este blog por la pagina www.racing.com.ar, y la verdad que me hiciste recontra cagar de la risa. Dale para adelante con el blog que no tiene desperdicio.
Un saludo!!!

Oscar dijo...

Maravilloso narrador dotado de una inagotable capacidad de picardía, tejedor de una linea que impide caer en el aburrimiento y del que siempre se espera algo más, mal hablado, en una palabra un LOCO DE MIERDA!!!!!!!!
Me gustó, me divértí, a medida que lo leía me imaginaba que vos me lo
estabas contando con tu increible cara de hijo de p... que nunca demuestra donde está la verdad y empieza la mentira.-
¡Viva el Dr. Vladimir van Uto!