6 abr 2010

Las novias trofeos

Nos encontramos con Tapón y Daniel en Puerto Madero. After Office.
El gordito de Tapón analiza el menú y dice:

-Yo voy a querer el creppe de verduras a los cuatro quesos, y el conito fundido de champignones al graten.
-¿El qué? –dice Daniel.
-Y para comer los ñoquis rellenos de mozzarella con pomodoro y juliana de verduras.

Daniel se cansa de escucharlo y pide al mozo:

-Traéno a los tres el menú de pasta y pizza libre.
-Pero... –comienza a quejarse Tapón cuando Daniel lo interrumpe.
-Che, ¿vos seguís con las clase de Juan Pablo?
-Primero –contesto- es “claseS” con “S” final. Vos y tu manía de comerte las “s”. Me altera. Segundo, sí, sigo. ¿Por?
-Porque estás perdiendo el tiempo. Juan Pablo y vo, son persona muy distintas.
-Ahí coincido con el uruguayo –dice Tapón mientras se lastra una porción de muzza y continúa con la boca llena de queso.
-Juan Pablo está en la boludez, Guille. Deberías saberlo. Vos sos un tipo enamoradizo, que busca una compañera de ruta. El otro es un gato que se la pasa de mina en mina, buscando en el catálogo la que mejor aplique para mostrar.

Una rubia infernal se acerca a Tapón y le pregunta:

-¿Tenés hora?
-Sí, tengo –contesta Tapón y continúa su charla con nosotros. Con el uruguayo nos miramos como no entendiendo la situación.

-Vos sabes que Juan Pablo en realidad nunca pudo superar el divorcio. Y dada su situación y su gran amor hacia él mismo, para lo único que te van a servir sus consejos es para conseguir trofeos.
-¿Trofeos? –pregunto.
-Disculpame, te pregunté si tenés hora.
-Te dije que sí. Y sí también a vos, Guille. Trofeos. Es lo único que quiere Juan Pablo.
-Ampliame -le digo.
-Mujeres trofeos. Objetos. Adornos. Meras figuras decorativas que sólo sirven como sustentos de un status o de una sensación de éxito a los fines prácticos de refregarlo en las narices de tus amigos, ex novias, compañeros, y todo aquél que se te cruce.
-Yo no creo que... –pero no puedo terminar la frase.
-Vamo –me dice el uruguayo- Ahora Juan Pablo está saliendo con una de 19 años. ¡¡19 años!! La piba vino el otro día a casa. Se la pasó arreglándose las uñas y mirándose al espejo. Hablando de las compras que hicieron. Ella ni lo tocaba a Juan y él tenía que decirle “vení al lado mío”, o “largá un poco el celular”. Le daba besos y ella cero cariño. Pero Juan estaba todo el tiempo “¿No le queda linda la pollera?” “¿Viste la sonrisa que tiene?”... y ya aburría. Él atrás de ella y ella ni la hora le daba.
-¿Tenés hora o no?
-¿Y la mina no dice nada? ¿Para qué está con él si no lo quiere? –pregunto indignado.

Tapón tiene la facilidad de poder hablar aún tomando su aperitivo y comiendo pizza casi sin respirar.

-Parecés tarado, Guille. Tu matrimonio te separó del mundo. Hay minas que buscan eso nada más. Gente que los mantenga. Viven para mostrar las gambas, el escote. Se hacen cirugías y tienen una carrera contra el tiempo. Son útiles mientras el cuerpo las acompañe y ellas lo saben. ¿A cambio? Bueno, reciben un auto, tiempo libre, casa, plata, status. Y meten cuerno a rabiar. Para ellas es más importante tener esos valores económicos al lado que un tipo que te quiera, te cuide, te admire. También está el otro lado. Las minas que buscan los hombres trofeos. Facheros, con terrible lomo, con guita, auto de lujo, o alguna profesión como médico, abogado. El trofeo va en los dos sentidos, no importa ni la hora ni el lugar.
-¿¿Me decís la hora??

Tapón mira a la rubia con cara de “qué hincha pelotas” y le muestra el reloj.

-Mmm, ¿Eso es un rolex?- dice la pendeja, que no debe tener más de 25 años.
-Sí, muñeca. Un rolex. ¿Bailás?
-Sí, bebé. Vamos.

Daniel, colérico, pega un golpe sobre la mesa:

-¿Cómo hace este gordo hijo de puta? Encima casado.
-Bueno –le contesto- dejalo que se divierta un poco. Total es un santo. Además vos también estás casado.
-Sí ¿Y? Yo también quiero diversión sana.
-¿Diversión sana? Definí eso.
-Bailar un poco, nada más. Algún pico, che. Nada de otro mundo.
-¿Las cosas con tu mujer? ¿Todo bien?
-Y ya sabés, Guille. La convivencia e difícil. Que la guita, que el colegio de los pibes. Y después la educación de María, que no es hija de ella, y me reclama por lo que dice o no dice mi ex. No sé. ¿Qué queré que te diga?
-Yo pienso que vos sos de los míos.
-¿De los tuyos? ¿Qué es eso?
-Ya sabés. Que ves más allá de las apariencias. Que por más quilombos que tengas, igual sos feliz con tu matrimonio, con las pequeñas cosas de cada día. Las peleas. Los besos. Todo.
-Y sí. Puede ser, puede ser –y suspira profundo. Sonreímos en silencio mientras cada uno se deja llevar con la cabeza a vaya a saber dónde. Yo por mi parte, me pongo a pensar en Anita, en lo feliz que era, o lo infeliz que fui, según qué recuerdo me llegue a la cabeza. Es su nariz torcida. En la celulitis. En las cuentas del supermercado. En sus gritos. Hay que pagar el alquiler. ¿Otra vez salís con tus amigos? ¿Fútbol a esta hora? En los almuerzos en familia. En las peleas en familia. ¿Dónde pasamos navidad? ¿Dónde año nuevo? ¿No te depilaste? En las discusiones sin fin. En el sexo rutinario. En ... Dios mío... Díos mío...

-Miralo a Tapón –le señalo al uruguayo- se está comiendo a la pendeja.
-¡Qué buena mina!
-¡Qué piernas!
-Ma qué piernas. ¿Viste los melones qué tiene?
-Terribles. Ya se me paró de sólo mirarla.
-A mí se me para el corazón si me encamo con esa yegua. Yo la parto en do.
-Yo en tres.
-Qué hijo de puta este Tapón.
-Hijo de re mil puta.
-Sí, hijo de re mil puta. ¿Sabés qué, Dany? Te quiero amigo. Vos sí sos de los míos.
-Sí, sí.
-Sí. Bien de los míos. Somos dos románticos, nada que hacerle.

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