12 abr 2010

Al psicólogo

El Dr. Vladimir van Uto se sienta en un sillón frente al mío. Yo me siento también y me hundo en un inmenso confort. Un cojín parece amoldarse perfectamente a mi cuello y la sensación de paz se amplía. Sin dudas, Tapón tenía algo de razón cuando me dijo de venir al psicólogo.
El Dr. Vladimir van Uto, tiene cara de... buen tipo. Pelado brilloso, una lámpara de pie le pega justo en la calva y el reflejo ilumina toda la habitación. ¿Será sólo la casualidad, o el ángulo de la luz estará planificado para ahorrar energía?
Tiene una barba candado de intelectual, y aparenta unos 60 años. Vestido de traje, desalineado, y con zapatillas.

-Le diría de empezar -dice van Uto -sólo nos quedan 20 minutos.
-¿La sesión no dura media hora? -pregunto mientras me estiro.
-Sí, pero usted estuvo durmiendo ya diez minutos. Parece que le gustó mi sillón. Mientras se despabila, ¿le molesta si prendo un cigarrillo?
-No, para nada. ¿Puedo prender otro yo?
-Le agradecería que no, me molesta el humo.

Cuando me dispongo a protestar , el Dr van Uto me interrumpe con una pregunta clásica

-¿En qué lo puedo ayudar?

Pucha, pienso. ¿Por dónde arranco?

-Bueno, cuando nací...
-¿Podemos ser un poco más actuales, ¿le parece Guillermo? ¿Le molesta si lo tuteo?
-No, por favor Vladimir.
-A mí digame Van Uto. Dr Van Uto.

Qué pedazo de p... turro pienso.

-Ok, Doctor. Siendo más actuales, le diría que me separé hace un mes y pico de mi mujer. Y siento que perdí mi lugar en el mundo.
-Ajá. ¿Qué más?
-Ella me engañó con mi mejor amigo. Aún no hablé con él, y tampoco llevé adelante los trámites de divorcio.
-Ajá.
-Luego he tenido experiencias traumáticas con mujeres e incluso con mis amigos, por no decirle vecinos de mis amigos que me han perseguido con intenciones asesinas, sólo porque no los dejaba dormir.
-Ajá.
-Y siento que, no sé, como que ya no soy el mismo. Que todos mis planes se fueron a la mierda, la familia, los hijos, los nietos, auto, living confortable con TV, y ahora ya perdí todo, y no sé cómo arrancar de nuevo.
-Ajá.
-Por otro lado, volví a la casa de mis viejos, y es como si fuera un retroceso. Duermo en el living porque mi cuarto lo transformaron en un gimnasio y no piensan realizar cambios porque lo mío es momentáneo según dicen. Pero aún ni busqué donde alquilar y siento que molesto. Especialmente cuando me preguntan cuándo me voy.
-Ajá.
-Y le sumo a mi preocupación, que sus “ajá” me salen alrededor de $60 mangos la media hora, que con los “ajá” no hago un carajo, el “ajámetro” está indicando que todo está por explotar, y estoy hasta la coronilla de esta charla intrascendente que no es charla, porque usted no me dice nada doctor. Ah, y me olvidaba. Tengo ataques de furia con bastante frecuencia.
-Ajá... Digo, veo, veo. En efecto, Guillermo, está en una etapa de duelo. Y no hay que poner plazos para el mismo. Nunca se sabe la duración.
-¿Cuánto tiempo puedo estar así?
-¿No me escucha usted? Le acabo de decir que no se sabe la duración.
-Sí, le escuché. Pero más o menos. ¿Cuánto se tarda en salir?
-No se sabe.
-¿Más o menos?
-No podría decirle.
-¿Aproximadamente?
-No.
-¿Ni un dato? ¿Hay un máximo o un mínimo?
-No.
-Ufa.
-Por consiguiente, tendremos que trabajar para solucionar su estado de ánimo. ¿Toma usted algo, Guillermo?
-Una coca, por favor.
-No, ¿le pregunto si toma usted algún ansiolítico?
-Ah, de vez en cuando.
-Ajá. ¿Duerme bien?
-En este sillón bárbaro. En casa a la noche me cuesta mucho.
-Ajá. Seguramente se debe al stress, a la sensación de pérdida y angustia interna.
-No, el perro de mi viejo me rompe soberanamente las pelotas todas las noches, y el colchón que uso es bastante finito, con lo cual es como si durmiera en el piso directamente. Eso y mi viejo roncando desde su habitación, hace que tarde un choclo en pegar un ojo. Pero si usted me vendiera este sillón...
-No está a la venta.
-Pero, si estuviera, ¿a cuánto lo vendería?
-No está a la venta.
-¿Ni un poquito?
-¿Y cómo puedo vender un poquito de un sillón? ¿Usted está bien?
-Si yo estuviera bien, ¿estaría hablando con un psicólogo?
-Ajá, veo su punto.
-Ajá, vea nomás. Pero el tiempo pasa, y aún no solucionamos nada.
-Guillermo, dejeme decirle que este es un proceso largo. No alcanza una sola sesión.
-¿Y cuántas hacen falta?
-No podría decirle. Es un proceso largo.
-¿Aproximadamente?
-No.
-¿Ni un dato? ¿Hay un máximo o un mínimo?
-No.
-Ufa.
-Ajá. Tengo como un deja vú. Usted con sus “ufa” y yo con mis “ajá”. Pero olvidémonos, y prosigamos. ¿Cómo se siente exactamente en relación al engaño de su mujer?
-Para el culo.
-Ajá, sí. Me imagino. Me refiero a que sea más específico.
-¿Se puede ser más específico que con la expresión “para el culo”?
-Sí.
-¿Cuánto más específico?
-No podría decirle.
-¿Más o menos?
-No. Y no repitamos el diálogo nuevamente. Utilice otras palabras.
-No se me ocurren.
-A ver, lo voy a ayudar. Por ejemplo: “traición”.
-Ah, sí, sin dudas. Me sentí traicionado, engañado.
-Ajá, ve, ya arrancó. Era cuestión de dejarlo salir nomás. ¿Qué más?
-¿Más palabras?
-Sí.
-Soy un flor de cornudo, así que diría para rimar que me siento un pelotudo. O un boludo, que también rima.
-No hace falta que rime.
-Claro, con su apellido no le conviene.
-¿Qué quiere decir?
-Vamos, no seré el primero ni el último que hace el chiste, Dr van Uto.
-No le entiendo.
-¿Me está jodiendo? Van Uto, van Uto... ¿La capta? Van uto que rima con...
-No hace falta que rime, ya le dije, y no me interesan sus chistes, salvo que usted prefiera pagar para que yo los escuche. Prosiga. ¿Qué otras palabras se le ocurren?
-Ehhhh, a ver... Desengaño, fracaso, frustración...
-Ajá.
-Ira, agonía, soledad...
-Ajá, siga, siga, va muy bien.
-Angustia, sorpresa, fracaso
-Ah, no. Mal. Repitió “fracaso”.
-No sabía que no se podía repetir.
-Bueno, ahora lo sabe. Tiene que concentrarse. Cambiemos un poco de tema. Con todos esos sentimientos fusionados en su ser, nos encontramos ante una nueva disyuntiva...
-¿Por qué dice “nos” si el que se encuentra en una disyuntiva soy yo?
-Es una forma de decir. "Nos encontramos" es porque ambos debemos solucionarlo.
-Ambos y una mierda. Yo soy el del problema. Sino dividamos el gasto de sus honorarios.
-Le repito que fue una expresión. Me corrijo. Usted se encuentra ante una disyuntiva...
-Ahora soy yo solo. Antes éramos los dos, y ahora me dejó en banda.
-Pero Ud me dijo...
-Seeee. Seguro. Excusas, excusas. Al final es como todos, se va cuando hay quilombo y me deja solito.
-No, lo que yo quise...
-Ta bien, no se haga problemas. Son todos iguales, Preocupese por usted nomás, total, que a mí me pise un tren.
-Yo me preocupo por usted.
-Pero me deja solo.
-Para nada, yo lo voy a ayudar, lo voy a acompañar en esta lucha diaria, vamos a salir adelante. Vea, dije “vamos”, los dos juntos. ¿Así le parece bien?
-Sí, así me gusta más. Necesito olvidar a mi Anita, necesito enamorarme otra vez.
-Ajá, vamos bien. Ya empezamos con las necesidades, y ya aceptamos que tenemos un problema.
-¿Usted también tiene un problema?
-No, no. Hablo de su problema.
-Pero dijo que “aceptamos que tenemos un problema”.
-Estoy hablando en plural porque Ud. me lo pidió. Pero el problema es suyo.
-Claro, ahí vamos de nuevo. El problema es mío solito, ¿no? No sea que lo contagie. Arreglate como puedas. Que Dios te ayude. Etc, etc.
-No quise decir eso. Ya le dije que lo voy a ayudar.
-¿Me va a vender al sillón?
-Ya le dije que no.
-¿Entonces?
-Mire, le voy a ser sincero. Soy conocido por mi infinita paciencia. O somos conocidos por nuestra infinita paciencia. Ehh, ya no sé lo que digo. Usted me está mareando. La verdad que me está sacando de quicio y no quisiera decir ninguna palabra fuera de lugar.
-¿Qué palabras?
-No se me ocurren, y no quiero decirlas, además usted es mi paciente Guillermo y le debo respeto y...
-Vamos, vamos. Diga qué palabras.
-Conchudo hijo de puta.
-Ahh, muy bien. Está exteriorizando su ira. Qué más, qué más.
-Pedazo de pelotudo mal parido, cornudo hijo de mil trolas cruzadas con elefantes.
-Vamos avanzando, vamos avanzando.
-Culorroto y...
-Bueno, bueno. Mire la hora que es doctor. Ya nos pasamos como 15 minutos de la sesión.

El Dr. parece despertarse de una pesadilla. Se levanta del sillón, y me estrecha la mano.

-Le pido disculpa, Guillermo. Llevo más de 35 años como profesional y le puedo asegurar que nunca me pasó algo así.
-No se disculpe, es la bronca contenida. Todos tenemos problemas. Le agradezco por su tiempo y no vemos la semana que viene.

Cierro la puerta pero cuando me dispongo a salir del consultorio, me acuerdo de un detalle pendiente. Entorno la puerta:

-Ah me olvidaba algo Dr. van Uto
-¿Sí?
-¡¡¡Puto!!!

3 comentarios:

Unknown dijo...

MUY BUENO!!!
A Veces uno se siente reflejado en los personajes y quisiera reaccionar de la misma forma pero nos reprimimos.

Espero la proxima visita...

Anónimo dijo...

Jajajajajaaaa
Me morí de risa,
y al final le dijo la rima
jajaja

maylen45 dijo...

MUY BUENO HACIA MUCHO QUE NO ME REIA TANTO !!!
JAAAAAJAAAAJAAA!!!