1 abr 2011

Miedo en la noche (o táctica de la película de terror)

-Hoy viene una mina a casa -anuncio triunfante en el bar mientras fumo mi nicotina diaria.

El Tarta está con la mirada perdida aún en su amor imposible. Juan Pablo inclina la cabeza y levanta los hombros a la vez que murmura muy bajito: "ahí vamos otra vez", casi como resignado.
Daniel sigue tratando de atrapar alguna aceituna con el escarbadientes y por último, Tapón, está chateando mediante el celular con su amante, sonriendo eróticamente (señal que la mina le debe estar comentando sobre su ropa interior o la ausencia de la misma).
O sea, nadie me da pelota.

Golpeo fuertemente la mesa con un puño (se vuelcan algunas cervezas y palitos, papas fritas y aceitunas vuelan por el aire).

-He dicho que esta noche viene una mina a casa, carajo -grito.

Imposible ignorarme, finalmente consigo la atención que reclamo.

-¿La conocemo' ? -pregunta Daniel intrigado.
-No, carne fresquita -contesto- amiga de un compañero del laburo. La conocí en un after office hace unas semanas y charla va, charla viene. En fin... Hoy es el día.
-¿Qué planes tenés? -consulta Juan Pablo y se le vislumbra en su cara las ganas de corregir cualquier estrategia que mencione a los fines tácticos de la conquista.
-Una peli de terror es la excusa. Voy a cocinar algo, y cuando el miedo se apodere de ella y me abrace temerosa, ¡¡blummm!!
-¿Blummm?
-Sí: “blummm”.
-¿Qué qué ee sisi signi fifi caca bluuu blummmm?
-Blummm, nene. O sea, zas, catapufete, viva la pepa. Aleluya.
-Lo que Guillermo quiere decir -me traduce sin necesidad Tapón- es que se la va a garchar.
-Siempre con la palabra justa vo'.
-¿Y qué peli van a ver?
-Ah, no lo pensé aún. Cualquiera.
-Error -dice contento Juan Pablo al marcar un detalle- Tiene que ser la película justa. Si es mala, se te duerme. Si es violenta, se pone frenética. Tiene que tener la dosis justa de suspenso y terror.
-¿Y me recomendás alguna, experto?
-“El último exorcismo” está buena.
-Titi, titi -agrega el Tarta.
-¿Un mono titi? ¿Dónde? -pregunta Daniel mirando para todos lados.
-Titi, titi, titi burón.
-Si es posible una nueva, Tarta.
-Hay una que se llama “Yo tomaré tu alma”, esa le puede gustar también.
-Si Si Si –repite el Tarta.
-¿La viste?
-Si Si Psi co co co sis –logra terminar.
-De este siglooooo –le ruego.
-“Actividad Paranormal”, con esa, la mina se te caga toda –aporta Tapón.
-¡Un momento! –exclama Juan Pablo contrariado- Hay algo que no entiendo. Vos estás viviendo con tus viejos, ¿dónde los pensás esconder?
-Bueno, la verdad que me sacas un peso de encima, porque no sabía cómo iniciar esta conversación. Necesito que me prestes tu casa esta noche.
-¿Mi casa?
-Tu casa.
-¿Mi casa?
-Sí, ¿otra vez la misma pregunta?  Sí, sí, tu casa. No seas así. Es por una causa justa.
-No sé, mi casa, no sé. Me da cosa. ¿Está buena la mina?
-Está buena.
-¿Qué tan buena?
-Un 8.
-Imposible, un 8 no puede darte bola a vos. No te presto nada.
-Ok, ok, admito que me pasé con la calificación. Tal vez un 5, o un 6 con toda la furia. Pero...
-¿Pero?
-Tiene terribles tetas.
-En ese caso, la casa es tuya. Choque esos cinco.


A las 22.00 hs, Estefanía (la candidata de terribles tetas) toca el timbre del departamento de Juan Pablo. Le abro, me muestra sus molares perfectos y blancos, y me dice:

-Traje helado y un DVD que hace mucho quería ver: “La llamada”. ¿Ta va?
-Dale, sí, cualquiera está bien –le respondo rogando que la película sea lo suficientemente terrorífica para mis diabólicos planes.

Velas aromáticas en el centro de mesa. Luces tenues. De fondo, “Claro de Luna” de Beethoven, primer movimiento, bien suave y un recopilado de música clásica.
Para comer unos canapés y brochetas de entrada. Ensalada de escarola, achicoria y berros con un toque de ajos y aceites de oliva.
Plato principal: Salmón con Manzana, y vino, infaltable a la hora de la seducción.
Los anécdotas se suceden y las risas nos acompañan mientras degustamos los platos. Nos miramos. Sonreímos cómplices del romanticismo que invade el ambiente. Un beso lento y tibio cierra la cena. Inmediatamente Estefanía se acerca y me susurra al oído:

-Qué lindo momento –le entiendo.
-Sí, hermoso momento –afirmo.
-No –niega con la cabeza- Te dije que tenés feo aliento –corrije.

Me lavo los dientes en el baño con el dedo porque no traje mi cepillo. Uso la pasta especial de Juan Pablo para besos: “mentol ultra refrescante, para chupones  inolvidables”... dice una etiqueta que mi amigo le agregó al dentífrico.
Le señalo la pieza a Estefanía y nos dejamos caer en una enorme cama de dos plazas, frente a una TV de 50 pulgadas que cuelga en la pared. Reproductor de DVD conectado a un terrible Home Theatre que abarca 5 parlantes gigantes ubicados estratégicamente en la habitación.

-Sacate las botas, así estás más cómoda –le sugiero y ella obedece sumisa.

Apago las luces y me hago mierda contra uno de los bordes de la cama al intentar acercarme a esta. “Lógico, no se ve un carajo” me respondo mentalmente mientras me acaricio mi ex rodilla izquierda, destruida en el impacto.

-¿Estás bien? –pregunta Estafanía.
-Sí, todo bien. Un pequeño accidente. Un golpe no derriba a un roble. –me río y prendo la TV que ilumina lo suficiente para que no me haga percha nuevamente.
Coloco “La Llamada” en el reproductor, cierro la puerta, y dejo que el silencio del ambiente, la oscuridad y el clima de la película haga el resto.

-Apoyate en mi pecho –le pido a Estefanía y nos tomamos de la mano mientras su cabeza, delicadamente, se acurruca sobre mi ser.

Apenas transcurrida media hora de la película que ni nos hablamos mientras nuestros ojos se mantienen sin pestañear atentos al film. ¿Ustedes vieron “La Llamada” (The Ring)?  Bueno, resulta que hay una nena muy muy mala, bastante despeinada y lúgubre que le quita el sueño a cualquiera.
Las uñas de Estefanía se clavan en mis manos y mis uñas se clavan en las de ella. La aprieto fuerte. Muy fuerte cuando la música, esa musiquita de mierda de terror, sacude la habitación, pregonando que se viene una escena impactante.

-Me lastimás –me dice.
-Callate, no hables que me asustaste –le pido al borde del llanto.

Tengo las piernas entumecidas de tanta rigidez y temblor. Los dientes me rechinan. Transpiro como nunca y empiezo a escuchar sonidos lejanos.

-¿Qué fue ese ruido?
-¿Qué ruido? –me contesta Estefanía.
-Ese, boluda. Escuchá.
-Es el ascensor, tontito.
-¿Estás segura?
-Sí, tontito, estoy segura.

Un grito en la película es replicado con un grito agudo aún más fuerte. Un grito mío. Me abrazo y los huesos de Estefanía rechinan ante la presión.

-Otro ruido. Otro ruido.
-Shh. No seas tonto.
-A mí no me shuushes. Fue un ruido clarito, y viene del baño. Andá a ver.
-¿Yo? Soy la invitada. No me digas que tenés miedo.
-Ja, ¿Miedo yo? ¿Miedo yo? Ahí está, ahí está: ¿Escuchaste? Un ruidito.
-Debe ser alguna cañilla abierta.
-Ahhh, la puta madre. ¿Estás segura? Yo escuché como unos pasos. ¿Estás segura? Para mí vino del living.
-No, tontito. Viene del baño. Dejá que te acaricie así te tranquilizás.
-No, no. No me toques. No me toques.

Y ahí es cuando un resplandor y la música de fondo en la película va en aumento y veo claramente la cara de Estefanía, fantasmal, despeinada. Y grito. Grito como nunca grité en mi vida. Tan agudo el grito que parece perforar paredes y romper vidrios en su paso. Ella también grita, asustada por mi alarido.
Inmediatamente Don Ramón (el vecino, guardia de seguridad) golpea la pared lindante clamando silencio.

-Que esa histérica deje de gritar como loca, que quiero dormir –aulla.
-Yo no estoy gritando –se defiende (a los gritos) Estefanía.
-Vamos a morir, todos vamos a morir –atino a decir acurrucado contra la cabecera de la cama, sujetando enérgicamente la almohada.
-Que se callen –sigue gritando Don Ramón.
-Apagá la TV. Apagala. Apagala –le pido a Estefanía.
-¿Dónde dejaste el control? No lo encuentro.
-Dale, boluda, que ahí viene la pendeja de vuelta.
-A mí no me digas boluda, pelotudo.
-Más pelotuda serás vos. Daleeeee boluda. Ahí viene, ahí viene. ¡¡¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!! Ahí está te dije, boluda. Apagala. Apagala.
-¡Que se callen, mierdaaaa!

Un portazo anuncia la salida de Estefanía del departamento.

-Boludaaaaaa, no te vayas. No me dejes solo.
-Callate histérica –vocifera Don Ramón del otro lado de la pared.

Y la chica de la película sale de la televisión que está dentro del film. No sé cómo explicarlo Tendrían que verla. Que me da... Que me da ... Que me da un infarto. ¡Ay, la puta madre! Que alguien apague la puta TV, el puto Home Theatre, y que prenda la puta luz. Que me da, que me da...
Trato de encontrar el control remoto perdido entre las sábanas de la cama, y encuentro una cajita de preservativos sin abrir. Dominado por el terror, la abro y protejo 3 dedos con los mismos, en una acción inútil y desesperada que no logro entender aún conciente de lo que estoy haciendo. “Si muero, me van a encontrar con esto en los dedos, y ahí sí que me van a llamar no forro, sino reforro, triplemente forro”. Los pensamientos siguen invadiendo mi cabeza. El sonido de la película es insoportable, mis gritos apenas pueden ocultarlo e incluso son en vano a tal fin los golpes, cada vez más cansinos, de Don Ramón contra la pared.

La tortura concluye cuando la película llega a su The end y el ruido chirriante de la TV sin señal logra finalmente desmayarme.