1 mar 2011

La estrategia de las remeras con frases llamativas

Son cerca de las 19.00 hs cuando nos encontramos con Juan Pablo en un bar por Recoleta. Nos pedimos una cerveza fría y una picadita para compartir. Mientras morfo una aceituna le comento:

-Sabés que en mi laburo a la tarde vienen siempre a tomar unos mates dos ex-empleados . Obvio que el turro del Gerente de RRHH no sabe nada, sino nos sanciona a todos. Pero como los chabones son macanudos, los hacemos entrar por la puerta de atrás.
-¿Y?
-Y nada, no sé, acá comiendo la picada, me vino a la mente. Uno de ellos estudia abogacía, el otro medicina. La idea es fusionarlos e inventar un nuevo tipo de empleado que pueda destruir a la empresa con medicamentos sindicales o algo así.
-Pensamientos estúpidos. Se nota que estás al pedo. ¿Qué tal tus vacaciones?
-Nada, unos días en la costa.
-¿Fuiste sólo?
-Nos fuimos con el Tarta. La próxima podés prenderte también. ¿Vos dónde fuiste?
-Me fui con Andrea en un Crucero por el Caribe. Impresionante.
-Sí, esos barcos son gigantes.

Juan Pablo me mira enojado

-¿Qué barco ni barco? Impresionante Andrea. No sabés lo que es esa mina en la cama. Me dio vuelta
-¿Literalmente? –le pregunto sarcástico.
-Sí –contesta sin inmutarse.

Nos quedamos callados dos minutos.

-En fin –le digo para romper el silencio- con el Tarta decidimos emplear un nuevo método de conquista.
-¿Alguno de los míos?
-No. Este método es nuestro. Pusimos en marcha la estrategia de las remeras con frases llamativas.
-Ampliame
-Ok. Playa: O sea arena, mar, sol, bikinis. He ahí el paisaje.
-Sí, sí, culos y tetas.
-Culos, tetas, sí. Pero curvas sobre todo, cinturas diminutas, pieles bronceadas y húmedas, caritas... Por dió, ¡qué caritas! Sonrisas hermosas, desfiles interminables... Todo ello terminó con la pelota paleta que jugábamos con el Tarta y concluímos con la temida realidad: La mujer es necesaria.
-Siempre y cuando no sean trolos –replica Juan Pablo.
-No es nuestro caso –me defiendo.
-Igual me permito disentir -la voz que se une a nuestra charla es la del mozo, que se acerca con una nueva cerveza -Disculpen que me meta, pero no pude evitar oír y me es imposible no emitir un comentario
-¿Dice que somos putos? –le pregunto furioso.
 -NO, no me refería a eso. Hablabla de la supuesta “necesidad de una mujer”. Mi tío (que en paz descanse) solía decir: "Si la mujer fuera buena, ¿por qué entonces Dios está solo?"
-Muy sabio su tío, ¿hace mucho murió?
-No, no, está de vacaciones en Brasil.

Con Juan Pablo nos miramos pero no le decimos nada.

-Y es más -agrega el mozo que no largaba la cerveza- cuando Dios quiso tener un hijo, lo tuvo por obra y gracia del Espíritu Santo... Ni ahí apareció la mujer.

Asentimos, "la cervecita, por favor" le señalamos, y finalmente el mozo se va.

-Hay que admitirlo, tiene algo de sabiduría lo del tío este -sonríe Juan Pablo.
-Mirá, yo no soy el Espíritu Santo y mucho menos un santo, así que continúo con mi anécdota: Luego de tanto tiempo en la playa mirando mujeres sin cesar...
-¿Cúanto tiempo?
-Como diez minutos. Luego de tanto tiempo, decía, decidimos con el Tarta implementar la estrategia de las remeras.
-¿Que consiste en...? - pregunta Juan Pablo.
-Agudizar el ingenio por medio de la literatura. Ergo, fuimos a comprar unas remeras lisas y les estampamos leyendas graciosas para conquistar a las nenus.
-¿Por ejemplo?
-Bueno, hay algunas ya conocidas en Buenos Aires, como por ejemplo: "Soy invisible, sólo los boludos me ven". Esa ya estaba estampada y el Tarta se la probó y lo estamparon pero con una trompada, justo en el ojo derecho le dieron, un grandote que se ve no era muy divertido que digamos.  Consecuencia de esto, el Tarta no fue a la playa por tres días hasta que el ojo se le deshinchó. En cuanto a las remeras, para no pelearnos con el Tarta, cada uno eligió frases distintas sin decirle al otro qué había elegido y las dejamos encargadas en el negocio.
Yo comencé antes con el experimento mientras el Tarta se quedaba en el hotel donde parábamos. Así que al otro día temprano, tomé el bronceador, la sillita, la sombrilla y con mi bermudas hasta las rodillas, ojotas, anteojos negros espejados (fundamentales, ahora te amplío) y mi nueva remera, fui a probar suerte.
-¿La leyenda de la remera?
-Ahh, sí, le puse en el frente "Busco Novia" y en la espalda "Soy Tímido, Encarame".
-Ja, muy bueno. ¿Y cómo te fue?
-Dejame que te cuente antes la importancia de los anteojos negros espejados. Te acercás a la orilla como si espiaras el horizonte, tu cara apunta hacia un lado, pero nadie sospecha en donde se posan tus ojos, es así como podés apreciar tranquilamente (sin sentirte juzgado) las tetas, los culos, los escotes, las piernas, en fin, todo lo que quieras y nadie sospecha nada. Es como ser invisible.
-Sí, sí, ¿y la remera?
-Bueno, eso me complicó un poquito la invisibilidad, porque realmente logró llamar la atención. Pero no fue lo que pensaba.
-¿Qué pasó? -pregunta ansioso Juan Pablo.
-Las chicas que valían la pena, pasaban y esbozaban una sonrisa o se cagaban de la risa directamente. Otras tiraban epítetos como “forro”, "qué pajero", "viejo de mierda" y las más hirientes "qué boludo importante".
-Mal.
-Sí, al otro día probé con una que decía “Soy feo, pero cariñoso”, pero no hubo caso tampoco. Esto siempre aplicable a las chicas con puntajes del 6 al 10. Porque con las otras, especialmente las viejas, tuve un éxito fabuloso.
-¿Y el Tarta?
-He ahí lo mejor de la historia. Como te había contado, dejamos las remeras encargadas y cada uno le dijo al muchacho que nos atendía, lo que queríamos que estampara. Así que cuando el Tarta se puso bien del ojo, él se fue a comprar las facturas y yo me fui a buscar su remera. No abrí la bolsa como me pidió, porque quería que fuera una sorpresa. Entonces, de nuevo la situación: playa, arena, mar, sol, culos, tetas. Ahí nos encontramos. Yo resignado me pongo una remera que dice: “Soy un monstruo en la cama, probame”, pero al ver que empieza a llover una catarata de insultos, desde “guarango” a “mal educado”, pelé la panza de cerveza  al aire, un faso y decidí dedicarme a observar atrás de mis lentes negros. El Tarta se hacía desear mientras tanto. No se ponía la remera ni daba indicios si lo iba a hacer. “¿Qué esperas?” le dije, y me contestó: “el momo mo mo momomento a a de cucu cucuado”.
-¿Y?
 -Bueno, la cosa es que ya conocés al Tarta, tenía miedo. No estaba seguro de haber elegido la frase correcta, y le tenía pánico al fracaso o al ridículo. “Decime la frase” le rogué, y finalmente la confesó: “SOY PODEROSO, SOY TUYO”.
-No está mal.
-Sí, ni mal ni bien. Correcta te diría. Así que le dije que se la ponga sin miedo, que como mucho iba a pasar desapercibido. Se armó de valor, sacó la remera, se la puso a los pedos y salió corriendo a la orilla a mostrarla orgulloso. Y ahí se armó. La gente que pasaba la decía al Tarta que era una mierda, y los más chiquitos lo señalaban y le decían caca.
-No entiendo.
-El boludo que tomó nota de las frases, se ve que no le tuvo paciencia al Tarta y estampó en la remera: “Soy POPO, POPO, POPO”.