15 abr 2010

Tormenta, aceitunas y reflexiones sobre las mujeres

La lluvia sacude la vieja puerta de la casa del Tarta. Los golpes son rítmicos, y aumentan a cada minuto.

-Que didi didía de mimi mier da –reflexiona El Tarta.
-¿Podés prender otra luz, tacaño del orto, que no se ve nada? –le pide Tapón.
-Ta ta bien –y las luces del living de la antigua casona iluminan una noche muy oscura.
-¿Ya pediste las pizzas? –pregunto.
-Hace mamás de mememe dia hoho ra.

Un trueno retumba cerca y nos estremecemos. Tapón me abraza.

-Largá tarado –y se sonroja descubierto en la acción femenina.
-Perdoná, me cagué en las patas –contesta.

El temporal sigue agitando la puerta, esta vez con una violencia inusitada.

-¿Escucharon? –pregunta Tapón.
-¿Qué cosa?
-Ahí, prestá atención, como un grito.
-No es cucucu cho na dada.
-Shhh, oigan.
-Che, Tarta –le pido- bajá un poco la música... Sí, ahora sí... Escucho como un murmullo.
-Yo oigo algo así: “Alan jos ta”... ¿Qué es eso? –pregunta Tapón.
-Se confunde con la tormenta –le aclaro – Bajá más la música, dale.

Nos quedamos en silencio, y escuchamos como el rechinar de la puerta se hace más insistente. La música apagada ayuda a que la voz lejana empiece a tomar forma. “Alan jos ta”... “Alan jos ta” ... empieza a mutar a “Alan hios nuta” luego de “nuta” a “ruta” a “puta” y el desenlace en “Abran hijos de puta”.
El Tarta abre la puerta a las corridas y del otro lado encontramos a un Juan Pablo empapado, pura agua, furia asesina en su rostro, con los nudillos rojos de tanto golpear la puerta. Entra a la casa haciendo charquitos con sus pasos.

-¡Qué manga de hijos de puta, che! Hace media hora que estoy golpeando afuera, ¿se puede saber por qué no abrían?
-Yo pepepen sé que ee eera la llullullu via.
-La música a full, Juanpa. No se escuchaba. ¿Por qué no tocaste el timbre?
-Lo toqué.
-No aa aan da.
-¡Hubieras avisado, boludo!

Un relámpago ilumina una figura enorme en la puerta que aún continúa abierta. Una silueta espectral. Afín a una escena de terror, todos gritamos del susto. Tapón me abraza otra vez. Juan Pablo saca su voz finita que merecería resquebrajar vidrios. El Tarta se desmaya.

-Un monstruo –grita Juan Pablo.
-Es un astronauta –digo yo.
-Vamos a morir. Todos vamos a morir –llora Tapón.

El personaje se saca el casco y nos muestra las pizzas y tres birras.

-Ni monstruo ni astronauta. Soy el motero de “La muzza barata”. ¿Aquí pidieron 2 grandes de jamón y morrones?

El olorcito nos reanima rápidamente del susto.

-Yo pago –dice Tapón.

Lo siguiente es resucitar al Tarta mientras Juan Pablo se cambia su disfraz de Aquamán por el pijama del dueño de casa.
Nos sentamos y mientras Tapón reparte las porciones de fainá, Juan Pablo mi guiña un ojo. Yo le tiro dos besitos y sonreímos. La escena de por sí podría resultar sospechosa para todo aquél ajeno a los hechos que acontecían en ese preciso instante.

-Envido –dice el Tarta sin tartamudear.
-¿Envido dijiste?- replica Juan Pablo.
-Quiero –contesta Tapón.
-No boludo, no canté. Pregunté en serio. Con los truenos no se escucha una mierda.
-Bajá la música Tarta. Me tenés podrido con los Bee Gees.
-Ya cantaste, lo lamento –dice Tapón.- Vos sos mano, Guillermo.
-22 -canto.
-31 –dice risueño Tapón.
-¿Qué hora es? –pregunta Juan Pablo.
-Las oo once –contesta el Tarta.
-Las quiero ver en mesa –ríe Juan Pablo.
-No empecemos con las boludeces y a cobrar cualquier banana –refunfuña Tapón.
-Vos empezaste primero –contesta Juan Pablo y le tira una aceituna a la cara.

Mientras las aceitunas vuelan y algunos escarbadientes buscan peligrosamente penetrar en los ojos, me reclino en mi silla (casi me voy a la mierda) y disfruto el momento. Aquí, con mis amigos, en la confortable casa del Tarta, jugando al Truco, riéndonos y peleándonos, siendo felices. Las pequeñas grandes cosas que a veces uno olvida y luego deja de lado por dos tetas. Pero es que a veces hace falta (las dos tetas, digo), claro, podría estar en la cama con una mina y estoy escuchando a estos pelotudos pelear. Aunque si me pongo a pensar en lo que cuesta tener a una mina, la verdad que ya me cansé de chamullar, de encarar. Podría volver con Ana, aunque debe estar garchando con Ernesto, así que no creo que tenga éxito. Sí, para ella fue bien cómodo, sólo fue cuestión de sentarse y esperar. Yo en cambio tengo que remarla y remarla. Y conseguir a una linda, inteligente, independiente y que tenga gustos similares, resulta una utopía. Y nunca lo sabés hasta que gastaste fortunas en salidas, en malos ratos. Ella, claro, noooo, qué va, la tiene fácil, espera, no gasta un mango, elige candidatos, le importa un bledo si es amigo de uno. Qué turra. Bah, que turras todas. La misma mierda. Todas. Ya quisiera cambiar de bando a ver que se siente ese poder. Vanagloriarme del mismo.

-Taría bueno ser mina, ¿no? –tiro la pregunta al aire en el preciso instante en que Tapón está golpeando la cabeza de Juan Pablo con la caja grasienta de la pizza. La pregunta es suficiente para que se sienten y la paz vuelva por unos minutos.
-¿Ser mina? ¿Escuché bien? –pregunta Tapón.
-Se vo vovol vió pupu puto –afirma El Tarta.
-Me refiero –aclaro- a no tener que chamuyar. Imagínense, lo único que tenés que hacer es levantarte a la mañana, maquillarte, y salir a la calle. Eso es todo. El truco está en ponerse una buena minifalda, un escote provocativo, y listo.
-Quiero retruco –grita Tapón.
-Ufa. Quiero -le digo
-Es la boludez más grande que escuché –contesta Juan Pablo.
-No, ¿qué boludez? Pensalo. Mínimo esfuerzo, sólo escuchar propuestas. Este sí, este no. Pruebo con aquél. Pruebo con los dos. Un día con uno, un día con otro. Nada de debatirse en pensar: ¿le hablo? ¿Me dará bola? No, no, no, no, no. Eso es para nosotros, los giles.
-Estás enfocando mal el tema –comenta Tapón.
-¿Por?
-Porque estás pensado en que sos una mina linda. Buenas gambas. Lolas grandes. Linda cara. Claro, así es fácil. Y también sería fácil si vos fueras un modelo publicitario. O un jugador de fútbol. O de tenis. Ahí vas a ver que también se te regalan. Pero imaginate si sos una mina fea. O si sos gorda. ¡O si no tenés tetas!

Mientras me habla juego un 2 de oros y me mata la carta con un 3 de copas. Mi compa tira el 9 de bastos y el Tarta se queja con un “que cu cu”.

-No entiendo –le contesto a Tapón mientras Juan Pablo tira un 6 de mierda para la segunda.
-No entendés porque no pensás –se enoja Tapón- Jugá el 3 Tarta. Te explico –continúa luego de que yo tiro un rey de oros – El hombre feo tiene la posibilidad de encarar al menos. Incluso un tipo con problemas, como el Tarta. La sociedad le da el visto bueno. Ahora imaginate que vos sos una mina fea, gorda, no sé, a ver, peluda, narigona, machona, bien plana, te crecen los bigotes, estás llena de granos, tartamudeas, o rengueas, o tenés problemas en los brazos, o en los ojos, o...
-Sí, sí, ya entendí el punto –le digo.
-Bueno, en ese caso, la sociedad dictamina que la mina no encara. Y encima, qué difícil para esa mina esperar que el hombre tome la iniciativa. O sea, termina ella encarando confrontando a los estandares de la sociedad, y temiendo el constante rechazo. Incluso conformándose con el que le dice sí, que muchas veces, es un Tarta cualquiera -y Tapón juega un cuatro de espadas.
-Ggg gra cias popo por lo que me tototo ca.
-Yo lo veo distinto –reflexiona Juan Pablo- Para la mina con conciencia (si es que existe alguna) ¡qué difícil poder resistir la tentación de decir todo que sí! Imaginate, salís y un chabón lindo como yo te invita a tomar algo. Agarras viaje, obvio. Para tranzar, o para noviar. Lo que sea.

Juega otro 6, el Tarta pasa y yo tiro el 2 que me quedaba. Eso no impide que Juanpa siga.

-En el mientras tanto, luego de engancharte al bonito, se te presenta otro tipo. En un bar, en un taxi, en donde sea. ¿Le dice que no o le dice que sí? ¿Qué querés que te diga? Yo le digo que sí. Tengo un vale para salir con infinitos tipos si soy linda. Y qué dilema si sos fiel ¿no?
-¿Una vale para salir con tipos? –pregunta Tapón.
-Sí.
-¿Cómo una entrada?
-Sí.
-O sea, si salís con dos, vale dos. Si salís con tres, vale tres. Si salís con cuatro...
-Vale cuatro –dice Juan Pablo.
-Quiero –dice Tapón y se le caga de la risa en la cara cuando muestra sus 31 con el 7 de espadas.
-Conchudo –putea Juan Pablo e inmediatamente comienza una nueva batalla de aceitunas, muzzarella y escarbadientes.
-Pero pensá en lo negativo –tiene tiempo de filosofar Tapón- Sos mina, y además sos buena mina (sí, ya sé que es difícil), y te tira sus armas de seducción un tipo que es tu amigo. ¿Qué momento de mierda, no? Hay que saber decirle que no, sin lastimarlo. O una termina diciendo que sí, por lástima... o miedo a perderlo, andá a saber.
-La mina se lo coge igual -revela Juan Pablo mientras le encaja un aceitunazo terrible en los huevos a Tapón.
-Yo pipi en so que nooo.
-¡Pelotudazo! –le grita Juan Pablo- Si la mina de la que seguís enamorado sólo quería a tu pichichi.
-Yo no no no e e estoy e na mo mo moo rado.
-Entonces la disyuntiva aquí es saber si es mejor ser mina o un chabón –acota Tapón mientras se agarra los huevos con sumo dolor.
-Ser o no ser, esa es la cuestión –me hago el inteligente.
-Nahhhh. Muchas contras muchachos. Si sos mina, tenés que depilarte las piernas –explica Tapón.
-Ma ma qui qui llarte.
-Además, te viene Andrés una vez al mes –agrega Juan Pablo.
-Y tengamos en cuenta –y pongo el toque machista- que si nos cambiamos de sexo, extrañaríamos el uso del cerebro.
-Pero tendríamos espacio en la cabeza para más boludeces –se ríe Tapón.
-Eso. La inteligencia no se negocia. Somos inteligentes, ergo, somos hombres. ¿Qué somos?
-¡Hombres! –gritamos.
-¿Qué somos?
-¡¡Hombres!! –y con este grito nos quedamos totalmente a oscuras.

-¿Qué pasó? –pregunta Tapón.
-No se ve un sorete –dictamino.
-¿Y ese olor? –pregunta Juan Pablo.
-Yyyo noo fuuui.
-Yo tampoco.
-Yo menos.
-Fuiste vos Tapón –acusa Juan Pablo.

Silencio. Más silencio.

-Y di di go yyyo, ¿dó dón de pupu sisiste la ro ro ropaa mo ja ja ja da?
-La colgué en ese cuadrado que tenés en el pasillo –contesta Juan Pablo.
-Bo bo bo lu do. Ahí esss tán las te te tér mi cas de la ca ca sa.
-Entonces –pregunto- ¿el olor era a pedo o a quemado?

Silencio. Más silencio. Oscuridad. Más oscuridad. Y olor, sobre todo olor. Los sentidos casi agobiados. Y un suspiro que se escucha como un eco lejano.

-¡Qué pelotudo! Hombre tenías que ser –y la reflexión final de Tapón nos deja en qué pensar toda la noche.

1 comentario:

Unknown dijo...

GENIAL!!!!! Siempre me hacès reir, pero este capítulo está buenísimo!!!