1 mar 2010

Sobre el primer sábado y domingo

El primer fin de semana largooooooo comienza de manera distinta. Mi viejo se levanta en calzones, me pisa, me pide perdón, va a la cocina a preparar el desayuno, vuelve al living, me pisa, otra vez, sí, y se sienta en la mesa en el mayor de los silencios, para intentar no despertarme, vió.
Pero inmediatamente pega terrible grito para levantar a mi mamá y decirle que ya está el desayuno listo.

-Papá. Por favor. Intento dormir.
-Nene, son las 6 de la mañana. ¿Hasta que hora pensás roncar?
-¿¿¿¿Qué hora???? ¡¡¡Las 6!!! ¿Qué corno hacés levantado a esta hora? Y un sábado encima.

Obviamente que me explica que siempre se levanta a esa hora, que va correr, que un desayuno sano, que la vida hay que aprovecharla cada minuto, y no sé cuántas boludeces más, porque me levanto del colchón y me voy a su cama a seguir durmiendo.

La almohada de mi viejo está llena de pelos del perro, como si no se hubiera lavado en años. Pero al acostarme, extrañamente, mis fuerzas me abandonan y ni siquiera tengo ganas de ir a buscar la almohada que dejé en el living.
Me entretiene pensar que a las 9.00 Ana me hubiera despertado con un mate e invitado a un programa que siempre empezaba igual:

-Dale, levantate que hay que ir al super
-¿Otra vez? ¿Sabés lo que gastamos la semana pasada?
-¿Y yo que tengo que ver, Guillermo? No es mi culpa que las cosas aumenten, ni que vos te comas todo lo que está en la heladera
-Clarooo, porque ahora yo como cremas, vestidos, y adornos estúpidos.
-Bueno, las cremas las usas...

A las 9.00 me levanto, finalmente. Pero a las 9 de la noche. El doc me dio un tranquilizante, 0,25 me dijo pero yo me mandé 1,50 y me quedé frito (aunque mi mamá usó la palabra “estúpido”). Mi viejo me dijo que me sacó una foto con Baboso al lado, los 2 babeando, casi hermanitos gemelos, comentó riéndose.
La cosa que siendo las 4.00 Am ahora no puedo dormir. En la TV pasan 100 millones de boludeces, y no lo logro prestar atención a ninguna en mi zapping constante. Mayor presión aún pensando que mi viejo va a aparecer en cualquier momento con el desayuno, y sigo sin pegar un ojo.
Cuando finalmente me duermo, otra vez es el pie de mi viejo el que me despierta, y el grito del desayuno listo es el que me decide a salir de esa casa, no sin antes prepararme para el domingo de fútbol.

-Má, ¿dónde pusiste mis bolsos?
-Guille, ya te dije que estaban en el garaje.
-Pero má, yo dejé un bolso acá con un montón de cosas que uso día a día.
-Lo puse en el garaje también.
-Mamá, ahí tengo el cepillo de dientes, los calzoncillos, un montón de cosas.
-Guille, si no te bañas desde el viernes, no te hagas el limpio ahora.

Me rindo en la discusión. Mamá es como Mirtha Legrand, imposible ganarle una. Así que bajo a buscar los pantaloncitos, la camiseta de Racing, las canilleras y rumbeo para la cancha de papi fútbol, a encontrarme con mis amigos, a buscar contención en sus abrazos, en sus consejos, a olvidarme un poco de los problemas entre mis iguales, entre quienes me entienden.
Cuando llego, ya la mayoría está calentando y tirando unos tiritos al arco. Los saludo de lejos con una gran sonrisa. El primero que me ve llegar es el uruguayo y grita:

-¡Che, muchachos. Ahí llega el cornudo!

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