29 mar 2010

Cita a Ciegas

Daniel, el uruguayo, me llama temprano para darme el notición:

-Guille –me dice - ¿Te acordá de Florencia? ¿La amiga de mi jermu?

Hago memoria rápidamente. Piernas. Dos. Y largas. Muy largas. Rubia. Ojos pardos. Tetas. Dos. Grandes y bien ubicadas. Boca. Una. Altamente Sensual. Cuerpo. Fabuloso. Mente. Incluída en el paquete. Simpática. Boca. No, no me repito. Es hincha de Boca.

-No, la verdad que mucho no me acuerdo –miento.
-Bueno, te conseguí una cita....
-¿En serio? -le interrumpo- ¡Sos un capo Daniel! ¡Qué genio! Te quiero, te quierooo. No te puedo creer. ¿Cuándo? ¿Cuándo?
-Parááá loco. No me dejaste terminar. Menos mal que no te acordabas. Te conseguí una cita con “UNA AMIGA” de Florencia. El otro día le contamo de tu situación y me dijo que conoce a alguien que...
-¿Y ella?
-¿Ella qué?
-Florencia.
-Tiene novio.
-¿Tiene novio?
-Sí, ¿Hablo en griego?
-Ufa.
-Sí, ufa. En fin. Te conseguí una cita con una amiga de Florencia nene, ¿qué más queré?
-¿Está buena?
-Florencia dijo que era linda.
-¿Vos la conocés?
-No.
-¿Tenés fotos?
-Tampoco.
-¿Tiene Facebook, My Space, algo en Internet?
-No le pregunté.
-Preguntale.
-Ya te arreglé la cita. Dejate de joder. Sé valiente.
-¿Una cita a ciegas? ¿Con mi suerte? Ni en pedo.
-Gallina
-Soy de Racing.
-Gallina. Cagón.
-No soy cagón, no conozco a la mina. ¿Y si no me gusta?
-¿Y si ella no gusta de vos?
-Con mi suerte es terrible bigotuda. Y un bicho. Anulala.
-No puedo, tenés que ir.
-No quiero.
-Tenés que poder.
-No quiero.
-Tenés que poder.
-Pero... la re mil... que te parió.... Está bien, está bien. ¿Cuándo? ¿Dónde?
-Te doy el teléfono y arreglá. Ella tiene auto, me dijo que te pasaba a buscar.
-No, re mal. Quedo para el orto. Tengo que pasarla a buscar yo.
-¿Con qué auto?
-Bueno, nos encontramos en un bar.
-No te hagás problema, bolú. La mina es macanuda según Florencia. Teneme fe.

A la noche, me baño en colonia barata, y gasto mi gel en acomodar el pelo, de manera de parecer joven y alegre. Me depilo las cejas, me hago un baño de crema hidratante. Tomo mi mejor camisa, el pantalón de traje gris. Una cadenita de oro bien gruesa para impresionar, y los zapatos recién lustrados.
Los nervios me carcomen, así que decido tomarme un tranquilizante para aflojar tensiones. Y me bajo medio vasito de whisky para acompañar el momento.
El celu suena y un mensaje aparece en la pantalla: “Estoy abajo, G. Te espero. Bsos. Vale.”

-¿Dónde vas, nene? –pregunta mi mamá cuando abro la puerta.
-Salgo, vieja.
-¿Te mudás? –indaga irónico mi papá mientras lee el diario en un rincón del living.

Ni le contesto y salgo nervioso, con un agudo dolor de estómago. El ascensor tarda milenios en llegar al sexto piso. Y centurias en bajar a PB. La cabeza comienza a trabajarme a mil. ¿Con qué me encontraré?
Un Fiat Siena Fire azul me dijo. No veo ninguno. Sólo un auto azul, pero es un Fiat Spazio semi destruido. Y su ocupante parece ser Martina Navratilova fusionada con el conejo Bugs Bunny (por las dos paletas que se asoman en lugar de dientes).

-Lo sabía. Lo sabía –me puteo y me golpeo fuertemente en los testículos para aliviar tensiones pero incrementar a la vez, el dolor de panza. Segundos después, el camión de residuos que tapaba mi visión, se corre y me deja ver el Fiat Siena Fire Azul, con Valeria en él... Una terrible morocha.

-Hola –entro al auto- Soy Guille.
-Me imaginé –me contesta con una hermosa sonrisa- sino serías un delincuente ingresando a mi auto.

Y se ríe, mientras yo continuo con mi dolor testicular y estomacal.

-Dios mío, sos hermosa –le digo temblando.
-Gracias. ¿Vamos? –y antes que le pueda decir algo, pone en marcha el auto y salimos rumbo a....
-¿A dónde vamos? –pregunto.
-Muy mal –contesta segura – Vos sos el hombre. Proponé.

El dolor de huevos no me deja pensar, o quizás sea el calmante que tomé, mezclado con el alcohol.

-¿Vamos al cine?

Termino de realizar la invitación y me arrepiento.

-¿Al cine? –duda Valeria. –Mmm, te diría que no. Ni nos conocemos. Vayamos a charlar a un lugar con onda. Así nos codeamos un poco más, Guille. ¿Conocés alguno?
-¿Un shopping? –y vuelvo a arrepentirme.
-Mmm
-Hagamos algo distinto, Vale. Proponé vos. ¿Dónde querés ir? –digo resignado ante mi poca noche.

Valeria no contesta, pero dobla de tal manera, que casi me mato contra el parabrisas. Apenas quince minutos después, llegamos a Martínez, a un bar hermoso, un molino de viento en el paisaje, el río de fondo, y mesas alumbradas por velas. Empiezo a temblar. Un viento frío recorre la zona, y la panza empieza a reclamarme el baño. El mozo se acerca y nos da el menú. El ver los precios no me ayuda en nada. Esta salida va a resultar cara, muy cara. Pero la compañía vale la pena.

-¿Qué vas a tomar? –pregunta ella y me gana de mano.
-Yo... A ver... Voy al baño –y al levantarme le pego una patada asesina en su peroné, que suena como cuando el Titanic se quebró en dos. Valeria pega terrible alarido y el mozo acude raudamente.
-¿Llamaron?
-No, no –le digo al mozo y luego la miro a Valeria que con los ojos en lágrimas se toma la pierna -¿Cómo estás? Perdoname, fue sin querer.

Me sonríe, y me explica que está todo bien. Al menos eso dice su boca, mientras su cara me recrimina la patada asesina.

-¿Puede ser hielo? –le ruego al mozo.
-¿Pero que van a tomar? –me contesta este.
-No, animal. Es para la pierna de ella, no para las bebidas. ¿No ve que se lastimó?
-Más animal será usted que le pegó –me dice el tipo enojado.

El gerente se nos acerca.

-¿Puedo ayudar en algo?
-Hielo –le digo.
-Sí, hielo -repite el mozo- el señor le pegó a la señorita.
-Ah, un caso de violencia. Quizás debamos llamar a la policía. –dictamina el Gerente bastante preocupado.
-No, no –le imploro- fue sin querer, una patadita sin querer. Deciles, Vale. Deciles.

Valeria parece dudar entre darles mi absolución, o condenarme a prisión. Finalmente se rinde al lado bondadoso, y aclara el malentendido.
Con una servilleta, anudamos hielo a la pierna de Valeria. Ante tan delicada situación, decido no ir al baño y aguantar los retorcijones de la panza lo más que pueda, mientras intento remar el momento.

Y llega lo inevitable, la charla sobre el ex. “Sí, soy separada. Mi ex un verdadero hijo de puta. Un cagón de mierda. Me arruinó la vida. Yo siempre le di todo, hacía lo que él quería, siempre. Yo era la única que ayudaba en casa. Yo era la que cedía. Yo. Yo. Yo. Yo”. La tendencia egocéntrica sigue durante media hora, mientras únicamente atino a mover la cabeza, y pensar “me cago, me cago”.

-¿Te pasa algo? –me pregunta
-¿Por?
-Estás todo blanco, y con el cuello... no sé, estás como medio torcido y haciendo caras raras. ¿Te sentís bien?
-Sí, fenómeno. Nunca me sentí mejor –digo con la voz entrecortada mientras trato de hacer fuerza para cerrar el intestino delgado, el grueso y todo canal que finalice en mi traste.
-Bueno, te decía que mi ex... ¿qué fue eso?

Finalmente no puedo evitarlo y se me escapa un leve pedo.

-¿Qué fue qué? –me sujeto con fuerza al reglamento de “cómo tirarse un pedo y no ser descubierto”. Artículo 1. Niéguelo. Nunca desista. Usted no fue. Convénzase y convenza a los demás.
-¡Uhhhh, qué olor! –exclama Valeria.

Artículo 2. Ante la pestilencia de una flatulencia no esperada, utilice el elemento más cercano para desviar la culpa.

-Sí, el río. La gente tira tanta basura que a veces se levanta cada olorcito que mama mía. Pero ignoremos. No perdamos el momento.

Valeria me sonríe. Qué linda es la guacha. Pero no puedo concentrarme así, mente ZEN, mente fría, me digo, me compenetro y trato que nada desvíe el foco de mi meditación interna. Cuerpo duro, rígido. Nada sale. Nada sale. Pero Valeria decide acercarse y darme un tibio beso en la boca, suficiente para relajarme, ablandarme y rendirme... Una cagada.

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